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"Everything is bright now
No more cloudy days, even when
The storm comes, in the eye
We'll stay..."
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            Un día despertaré con el sol quemándome el rostro, daré vueltas en la cama expulsando la pereza y me levantaré bostezando con los brazos en alto con los labios estirados en la sonrisa más cómoda de todos los tiempos, porque no tendré que preocuparme por nada más que prepararme el desayuno.

Algún día.

Hoy lo hace el ruido de pisadas ligeras, ese detalle me hizo abrir los ojos de sopetón, alerta y con los pelos de punta, nunca nadie ha entrado a mi recámara sin preguntar antes. Todo se hallaba a oscuras, en los segundos que me toma adaptarme a la poca luz, reconozco el aroma impregnado en las cobijas, dispersando el hilo de recuerdos de la noche anterior.

La cabeza me pesa cien kilos, pronto noto la capa de sudor cubriendo mi piel como un abrigo, a pesar del ambiente fresco. Me refriego los ojos con flojera y al momento de abrirlos, la figura alta y corpulenta de Eros se dibuja en el centro de la habitación mirando fijo a mi dirección.

 Mi mirada algo empañada conecta con la suya en medio de la negrura, el atisbo de una sonrisa asediándole la boca me hincha el corazón en la mitad de un segundo.

Guten Morgen, Meine Liebe, hast du von mir geträumt oder brauchst du noch eine Stunde Ruhe?

«Buen día, mi amor, ¿soñaste conmigo o necesitas otra hora de descanso?»

Se ha desconfigurado. Es el primer pensamiento, el segundo, que mi fortaleza, de hecho, sí es Eros, mi debilidad, Eros hablando alemán.

Me arrastro y tiro del torso arriba, reclinándome contra el espaldar. Se acerca lentamente a mi posición, quitándose los auriculares inalámbricos. Ahí noto su pantalón deportivo y camisa de hombros y brazos al descubierto, el cabello oscurecido por la humedad y la toalla blanca alrededor de la nuca.

—¿Qué hora es?—repito a mitad de un bostezo.

Debe ser muy temprano, él ha terminado de hacer ejercicio y a mí el sueño no me suelta, a mi cuerpo no le ha llegado la información de que me he despertado y sigue con el pulso y la respiración a compás moroso.

Revisa el reloj en su muñeca, ensanchando la sonrisa.

Viertel vor acht.

«Siete y cuarenta y cinco»

Blanqueo los ojos. Deja de ser excitante cuando necesito la información.

—Eros, ¿qué hora es?

Viertel vor acht—repite, enfatizando cada palabra con un tonillo de mofa.

Ladeo la cabeza, copiando su sonrisa y expresión libertina.

—¿Por qué te muestras tan seguro, si puedo hacerte lo mismo?

Su reacción es inmediata. La habitación se inunda de su risa baja y seca, mi corazón vibra emocionado al sentirme sosegada y bastante complacida de tenerle cerca, sin percibir siquiera un insípido rastro del orgullo despectivo de hace meses.

Toma asiento en el borde de la cama, su mano baja y ensortija los dedos en mi tobillo, sacudiendo la pierna.

—Siete y cuarenta y seis de la mañana—dice, por fin—. ¿Cómo te sientes?

The Right Way #2 Where stories live. Discover now