Interludio

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˝La marca de tu ignorancia es la profundidad de tu creencia en la injusticia y en la tragedia.
Lo que la oruga llama el final del mundo, el
maestro lo llama mariposa.˝

-Richard Bach.




Nunca pisé un sitio como este.

De montañas cuyas cúspides rozan las estrellas, de desfiladeros escarpados y flores que parpadean con el soplo del viento. Me gustaría conocer que artefacto hay en el fondo del océano, que a cada romper de las olas un azul intenso ilumina el agua oscura, tenebrosa.

Parece que alguien tomó lo que más le gusta, lo apiñó encima de un terraplén y lo llamó su mundo, un sitio donde no existe lo verosímil. No tiene porque, porque resulta monótono y aburrido.

No sé como llegué aquí, no tengo idea como volver, pero aún no me quiero ir, quiero disfrutar un poco más de la calidez de la arena cubriéndome los pies, la brisa helada y el aroma a primavera.

Aquí convergen las estaciones, aunque la tierra bajo mis pies se desplaza veloz, el tiempo se mantiene en la misma hora perpetua, lo sé, el mar agitado no soporta el constante cambio pero la luna inmensa nunca desaparece.

Un chapoteo en el agua roba mi atención de las espigas de lavanda naciendo de la arena caliente.

Hace mucho no la veo, fue una sorpresa abrir los ojos en la recámara iluminada por esas velas que Agnes nunca permite apagar y encontrarme con su cabello negro tan largo que le alcanza las rodillas.

Este ciertamente es un lugar de rarezas y extrañas incongruencias, pero también uno donde la libertad es ley, pues Lulú debe sentirse así, porque si algo detestaba, era su cabello largo, el demonio lo alababa.

—Estás loca, ¿qué haces ahí dentro? Esa agua debe estar helada.

Me observa como si hubiese dicho una tontería. Recoge agua entre sus manos y la deja caer, una y otra vez.

—Ay, Sol, helada estoy yo y no me soltaste en mucho rato—bufa y apunta al cielo—. ¿Si te fijas en la luna?

No podría no hacerlo.

—Está muy cerca, siento que nos soplará y saldremos volando.

Tan próxima, que puedo los cráteres con sumo detalle. Un kilómetros más y nos aplasta por completo.

—Que no te de miedo, es mi amiga, a veces me relata historias sobre el mundo pero hoy viniste tarde y la conseguiste dormida.

Una arruga nace en mi frente.

—¿La luna te habla?

Se coloca una mano en la cadera, parece que es algo que ya debería saber.

—Y el sol y las estrellas también—menciona con suspicacia—. Tú lo haces.

—¿No debería?

—¡No!—exclama, se mueve entre las olas como si fuese parte de ellas—. No sé qué haces aquí, aún es temprano.

Me cuesta no reír.

—Mira el cielo, mira a tu alrededor, ¿cómo va a ser temprano si es de noche?

Ni siquiera comprendo cómo puede estar tan oscuro si la luna permanece tan cerca. Tendría que decirla a Agnes que encienda más velas, de no ser por la extrañeza del agua y su luz azul, no vería nada.

—No aquí, es temprano para ti—detiene su lento andar para coloca una mano en su oreja—. ¿No lo escuchas?

—¿El qué?

The Right Way #2 Where stories live. Discover now