"Deal"

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Ocho meses antes del quince de abril…



      El reinado impuesto por Jamie acabó un veintiocho de junio, día que Eros terminó su condena en prisión y regresó a casa, centrado y proclamándose vencedor de aquella faena vengativa contra Helsen.

La raya de cocaína que consumía diariamente no era capaz de amortiguar el disgusto de su presencia. Ni siquiera lo hacía Hera, su linda muñeca de porcelana y ropa interior de encaje y lazos rosas.

El cuento que se dedicó a escribir esos años, se esfumó con el olor a cigarro.

A pesar de pasar los días y noches oculto en casa esos meses antes de partir a Nueva York, a su nueva y prometedora vida, de alguna manera se hacía sentir en cada pared de la propiedad. Era un maldito espectro nunca presente pero acechándole constantemente y, lo insidioso del asunto, era que obligarse a sonreír y actuar como si nada hubiese ocurrido, ignorar el odio ferviente estancado en su pecho cada vez que sus ojos conectaban con su cara de enojo las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana.

Le haría la vida fácil, un perro manso no tira a morder.

Esa noche fingió interesarle escucharle hablar sobre la nueva camioneta que ha pedido, el reloj que se ha comprado, el anillo, símbolo de pertenecer a la familia, que Ulrich le ha obsequiado. Tuvo que aguantar su cháchara de los minutos más extensos de su vida sobre la estúpida chica de boca gruesa y sombrero de vaquero de la que se expresaba como un puto obsesionado, esperando que se acabase su cigarro y se metiera a su habitación para él poder moverse a la de su adorada muñeca.

Tenía que tener una justificación del porque seguía en esa casa a esas horas.

Hera lo esperaba apegada a su rutina, bajo su bata de seda de descanso, un bonito conjunto que él le quitaba despacio, perpetuando sus besos en su piel. Le causaba una exacerbada satisfacción robar la delicadeza de la chica con furiosas acometidas que le dejarían las caderas doliendo un día entero.

A ella le gustaba eso también.

Jamie, sudoroso, agitado y complacido, se despide de su niña, con un beso casto, para él, en ese gesto le devolvía su pureza. Eso es Hera, algo limpio, sano, algo que podía tocar y salir púdico.

Era algo suyo.

Jamie no se preocupó en abandonar la alcoba de Hera con la camisa colgando del hombro, ¿para qué? A esa hora nadie vagaba por los pasillos.

Esa noche de agosto, la suerte de Jamie se terminó.

—Es la una de la maldita madrugada, ¿se puede saber, Jamie, qué carajos haces metido en la habitación de mi hija?

La voz de Ulrich le saca un susto de muerte, los vellos de la nuca se le yerguen, atento al intenso examen al que le han sometido.

—Veíamos una película, me quedé dormido—le dice entre dientes, con el corazón alterado.

No, con Ulrich esas mentiras no funcionan, no hay nada más obvio que un ser recién follado, Jamie tiene todas las características.

Se tiene que tapar la boca para no regurgitar la cena al caer en cuenta que si luce así, despeinado, sin camisa, brillante de sudor y con la mirada resplandeciente y dilatada, es porque quien estuvo acompañándole, era su hija, su Hera, su adoración.

Bajando su escudo de padre protector, podría aceptarlo, está bien, es sexo, maldita sea, no hay nada más natural que eso, todos existen consecuencia de aquello.

La controversia reside en el hecho, de que Ulrich conoce que Jamie, es su jodido hermano.

Las circunstancias se cruzan, se estrellan y rompen. Ulrich sacude la cabeza, era demasiado incorrecto, asqueroso para ser verdad, tanto, que bloqueó todo pensamiento dirigido a ese planteamiento.

The Right Way #2 Where stories live. Discover now