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Maratón 4/5

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Maratón 4/5

Karol: Tú. Pero iré a buscar a Ruggero de todos modos, aceptaré lo que tenga que pasar cuando regrese... Aún si no me estás esperando, volveré.

Salí corriendo de la mansión y subí al jet con el piloto, inmediatamente arrancó, derrame algunas lágrimas. Realmente no quería dejar a Agustín pero si algo le pasaba a Ruggero me sentiría culpable por no tratar de hallarlo siquiera. Fueron las 7 horas más largas de la vida. Las sentí eternas, más el cambio de horario, llegué a las diez de la mañana del día siguiente, aunque ya me había acostumbrado al cambio. Bajé y me fui directo al internado, así me recibió el Sr. Pasquarelli.

Sr. Pasquarelli: ¿Cómo estás?

Karol: Ni usted ni yo estamos aquí para hacer vida social. Dígame, ¿dónde vió a Ruggero por última vez?

Sr. Pasquarelli: Acá en el internado, luego se fue sin dejar rastro.

Karol: ¿Su apartamento? ¿El internado de
Irlanda?

Sr. Pasquarelli: En ningún lado, lo he buscado hasta debajo de las piedras.

Karol: Buscaré por mi cuenta, adiós.

Salí del lugar y recorrí todo Canadá buscando señales de Ruggero pero no estaba en ningún lado, es como si hubiera desaparecido completamente, comencé a preocuparme y a desesperarme, estaba por tirarme de un barranco. Cuando de repente se me vino a la cabeza...

No estaba segura que fuese el lugar indicado, pero con intentar no perdía nada. Me dirigí hacia allá como una loca desesperada, me perdí entre los árboles pero como guiada por el corazón llegue a aquella casa de campaña en la que una vez fue mi cárcel de secuestro, suspiré de alivio, mi corazón se aceleró y mis músculos se relajaron al ver aquel chico de los rulos castaños y despeinados por el viento viendo hacia el suelo, me acerqué y noté que estaba escribiendo algo en el suelo con una rama...esto decía “Siempre”, sonreí y me arrodillé detrás de él, tapé sus ojos, su respiración se detuvo y al parecer se asustó.

Karol: ¿Te estás divirtiendo? —susurré en su oído.

Ruggero: Dime que no eres tú —susurró.

Karol: No puedo porque sí soy yo.

Ruggero: ¿Qué haces aquí?

Karol: Di quien soy y quito mis manos.

Ruggero: Mi niña mal.

Solté sus ojos, él se volteó, me miró intensamente y me abrazó con mucha fuerza.

Karol: Me estás asfixiando —dije sin aire.

Ruggero: No me importa, no te soltaré —sonreí.

No me quedó remedio más que corresponderle el abrazo, a los segundos se separó de mí.

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