Fiesta de cumpleaños

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Solecitos, antes que nada paso a decirles que please pongan la canción "Corps" de Yseult para leer este capítulo, recuerden que si se termina antes de que acaben de leer la pueden repetir:)

24/12/2007

Narra Rusia

Me estaba congelando mientras miraba el techo de mi habitación, lo habían pintado de blanco la semana pasada y le habían puesto algunos detalles dorados. Un escalofrío me recorrió haciéndome temblar un poco, la gente decía que el invierno de ese año había sido mucho menos frío que los anteriores, lo escuchaba en todas partes: Como conversación casual entre los miembros del gabinete, en los noticieros, en la calle cuando la gente lo decía. Todos parecían tener menos frío excepto yo, que sentía que me habían enviado al polo norte en traje de baño.

Levanté los labios como si fuera a dar un beso para alcanzar a tocar mi nariz con mi labio superior, gélida, tal como esperaba, había estado así casi todo el tiempo en las últimas semanas, también estaba roja, incluso Víktor me había preguntado por la mañana si no me sentía enfermo bajo el argumento de que me veía pálido, tenía la nariz roja y mis ojeras estaban más grandes y marcadas que nunca, pensó que estaba resfriado.

Pasé mis manos discretamente por mi torso, mis costillas a penas empezaban a sobresalir de mi piel y yo no podría estar más feliz con ello, dejé que el aire contenido en mis pulmones se escapara lentamente para sentir cómo mi abdomen se hundía y daba la sensación de ser mucho más fino de lo que en realidad era.

—¿Le gustaría más vestir de azul naval o de verde olivo?.—Me preguntó mi asesor de imagen sacando dos abrigos distintos del closet.

—No lo sé, Boris, me da igual.—Suspiré con desinterés.

—Anímese señor, es su fiesta de cumpleaños, en el salón hay un montón de gente que lo respeta, lo honra y espera verlo contento está noche.

—En el salón hay un montón de hipócritas que esperan obtener algún beneficio de mi parte.—Refunfuñé, después de lo de Svetlana no quería confiar en nadie más.

Escuché que Boris suspiró cansado por mi actitud, había trabajado conmigo desde hacía más de diez años, y le empezaba a parecer estresante que yo ya no cooperaba con él a la hora de elegir mis atuendos, simplemente dejaba que él se encargara y me ponía lo que me daba, antes yo escogía la ropa y él lo aprobaba o le hacía ligeros cambios para que funcionara mejor. A él no le gustaba que ahora fuera así, no estaba acostumbrado porque hacía no mucho tiempo yo disfrutaba mucho de cuidar mi imagen pública junto a él, en todos los aspectos, nos llevábamos bien, era como un abuelo para mí, pero a esas alturas no me interesaba en absoluto lo que la gente creyera o pensara sobre mí, ni siquiera quería bajar a la fiesta.

—El azul naval le queda bien, usaremos el azul.—Guardó el abrigo verde de nuevo y colocó el azul en la cama a mi lado.

Por primera vez en la media hora que llevaba en mi habitación le regalé una mirada, tenía la cabeza metida en el closet buscando algo qué darme para usarlo, ví cómo apoyó una mano en la puerta del closet y se pasó la otra mano por su canoso cabello, harto y supongo que estresado, se suponía que en quince minutos debía estar abajo en el salón. Se acomodó sus grandes gafas para ver mejor mis prendas y se quedó pensando de nuevo. Volví a mirar el techo, parece que esta vez necesita ayuda.

—¿Por qué no agregamos un suéter guinda debajo del abrigo?.—Sugerí.

—¿Suéter guinda? Digo, ¡Sí, claro! Suéter guinda, ¡Enseguida!.

Sacó el suéter con una sonrisa y un pantalón azul también, los colocó a mi lado y salió del lugar para dejarme cambiarme. Me quedé un par de minutos sin moverme, me sentía demasiado cansado para pasar la noche entera en una "Fiesta" todos los años la hacían desde que tomé el poder, empezaba por la noche del 24 y cuando el reloj marcaba las doce me obligaban a dar un ridículo discurso y todos brindaban "En mi honor". Antes solía gustarme, pero luego me dí cuenta de cuál es la verdadera cara de la gente, de cómo se ven en realidad cuando sus hermosas máscaras hechas tan cuidadosamente se caían, ahora sólo me provocaba asco pensar en tanta hipocresía junta, pero aún asistía a las fiestas porque los presidentes me obligaban.

Anorexia (Rusmex)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora