Desastroso comienzo

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La sorpresa más grande de ese día no fue despertar en una casa sola esa mañana, aun cuando esperó encontrar al pelirrosa dormido en su sillón, ni siquiera lo fue verlo tomar clases aun cuando creyó firmemente que debía arrastrarlo para que asistiera, sino encontrarlo hablando con alguien. Su rostro demostraba la incomodidad que sentía al tener que seguirle la plática a la joven, pero aún así se esforzaba.

— Podemos pasar el almuerzo juntos si no te molesta. — estaba diciendo ella.

— No, gracias.

— Al menos déjame invitarte algo de la cafetería. — seguía insistiendo.

El pelirrosa frunció los labios.

— No es necesario. — fue lo único que respondió.

— ¡Por favor! Déjame agradecerte lo que hiciste ayer por mí.

— Ya lo hiciste.

La chica infló los mofletes algo frustrada por no poder lograr que Akaza aceptara alguna de sus propuestas, y parecía querer insistir más, sin embargo ya era tiempo de clase. Lamentaba interrumpir pero...

— ¡Buenos días! — saludó mientras entraba al salón.

Todos los pares de ojos lo miraron con distintas expresiones, algunas de desgana y otras alegres, otras sin emoción alguna. Sin poder evitarlo, sus ojos se posaran por unos segundos en los de Akaza, que brillaban con una mezcla curiosa de emociones.

— Buenos días a ustedes dos. — los saludó directamente. — Joven Soyama, me alegra verlo aquí.

La chica lo saludó con voz amable antes de dar media vuelta para volver a sentarse, pero la mano del pelirrosa la detuvo para sorpresa de todos los que miraban esa curiosa escena.

— En realidad... ayer me gasté todo el dinero de la semana y hoy hay bollos de carne en la cafetería... — murmuró con dificultad, sin mirar a la chica a los ojos.

— ¡Déjamelo a mí! ¿Vamos juntos en el receso?

El gemelo menor asintió y la joven se marchó aún más contenta a su lugar. Kyojuro notó cómo el adolescente se encogió incómodo en su pupitre, mirando hacia la ventana. El rubio no pudo evitar sonreír, seguramente aquella chica se le había hecho linda y ahora volvía a dejar ver esa tierna y tímida forma de ser que él había descubierto la noche anterior.

Ese día les tocaba evaluación de historia, así que repartió los exámenes mientras indicaba las instrucciones y se aseguró de responder todas las dudas antes de dar inicio. Si era sincero, ver a sus alumnos hacer examen era bastante divertido e interesante, ya que le permitía poner más atención a los rostros que se mostraban nerviosos o confundidos, pues serían los que más chances tenían de sacar una mala calificación. Por fortuna no eran habituales. Él estaba orgulloso de ser de los pocos profesores cuyos alumnos aprobaban su materia casi con 100, y seguiría esforzándose para que fuera así siempre. Cuando la clase terminó, ordenó que todos dejaran los exámenes sobre el escritorio antes de salir al receso, eso le permitía preguntarle directamente a sus alumnos cómo es que lo habían sentido, pero cuando vió al de ojos dorados entregar el suyo no pudo evitar entrar en modo tutor responsable.

— Joven Soyama, ¿puedo hablar un momento con usted? — le preguntó. — Será rápido, no interrumpiré su cita.

— ¿Mi qué? — preguntó con los ojos abiertos por la sorpresa. — No es una cita, Kyojuro.

— No seas tímido. — intentó bromear con una sonrisa. Al ver como el alfa estaba a punto de ponerse a la defensiva, continuó: — ¿Cómo sentiste el examen?

Rewrite the starsWhere stories live. Discover now