Frustración

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El calor había empeorado, los rayos del sol lo estaban agobiando y sentía que estaba a nada de que empezara a dolerle la cabeza. Detrás de él Giyuu soltó un silbatazo que lo hizo apretar los dientes y sintió el agua fría de la manguera encima.

— Señorita Shabana, ¿por qué no está limpiando la alberca?

La peliblanca llevaba veinte minutos bajo los rayos del sol, por completo acostada en el suelo y con el uniforme de deportes remangado para dejar la mayor cantidad de piel expuesta para broncearse. Miró al profesor aun teniendo sus lentes de sol puestos.

— Los chicos están bien sin mí, ¡mírelos! — exclamó mientras su hermano y Akaza le regresaban la vista con furia. — Tan fuertes y en envidiable condición física. — comentó volviéndose a acostar en el suelo.

— Póngase bien el uniforme. — la volvió a regañar.

— ¿Por qué? — preguntó coqueta, mientras se sentaba de lado y le dedicaba una sonrisa. — ¿Lo distraigo, profesor?

Tomioka la miró con incredulidad y redirigió el agua de la manguera hacia ella, arrancándole un grito.

— ¡Ay, por favor, Daki! — exclamó el pelirrosa con fastidio. — Si por algún error del destino fueras el tipo de alguien, no sería el de Giyuu.

— ¡Cállate, imbécil! — le exclamó, empapada y furiosa, mientras se quitaba uno de sus tenis y se lo lanzaba a su cabeza.

Akaza le gruñó y se desquitó lanzando la escoba que tenía en sus manos a Gyutaro. El hermano mayor terminó con jabón sobre los ojos, por lo que se guió solo con su intuición para tratar de regresarle el golpe al menor de los Soyama, así que tomó con fuerza el trapeador y en un intento por tomar vuelo golpeó a su hermana en la cabeza.

— ¡GYUTAROOOO!

Giyuu miró el desastre que se había armado y suspiró cansado, no le pagaban lo suficiente para hacer de niñera. De nuevo hizo sonar el silbato y mojó a los tres alumnos problema con la manguera.

— ¡Okay, ya basta! — exclamó mientras todos guardaban silencio. — ¿Buscan que los castigue dos semanas más?

— ¡Akaza empezó! — chilló Daki mientras daba saltitos en su lugar en una rabieta infantil. — Y usted no tenía porque mojarme.

— Volveré en veinte minutos, y para ese momento la alberca debe estar limpia. — avisó. — Si escucho otra discusión serán castigados por tres semanas limpiando toda la escuela.

Los tres solo soltaron un gruñido molesto como perros regañados, pero no se atrevieron a decir nada más porque sabían que eso iniciaría otra pelea y no se detendrían hasta llegar a los golpes. Después de todo, eso los había llevado a ser castigados, y aún no se habían perdonado por lo que pasó ese día, eso incluía a los hermanos.

— Si hubieras copiado bien, no hubiéramos reprobado. — le reprochó la joven a su hermano.

— Si hubieras elegido a otro idiota que no se meara del miedo ante la idea de que lo atrapen copiando, entonces no habríamos reprobado. — se justificó Gyutaro. — Y deja de darme problemas, mejor ayúdame con la manguera.

Daki se quitó la playera y la escurrió, tomándose su tiempo antes de ir por lo que le pidió su hermano. En la soledad de la alberca, los dos alfas se miraron incómodos, recordando la pelea inconclusa que tuvieron cuando entregaron las calificaciones de matemáticas.

— ¿Cómo compraste tu díez, Akaza? — preguntó Gyutaro. — ¿Le hiciste favores al de historia?

— Ay, por favor. ¿Akaza, el virgen, comprando su calificación? — inquirió la peliblanca. — Y luego con el profesor Rengoku, quién tiene como pareja al de artes. Me caerá realmente mal, pero debo admitir que se ve que tiene muuuuuuucha experiencia en la cama. — agregó coqueta, pasando su mano del cuello hacia abajo por su pecho.

Rewrite the starsWhere stories live. Discover now