Mejillas rosas

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— ¡¿Cómo están mis queridos compañeros?!

Todos los profesores de la sala miraron al recién llegado con una máscara de calma que escondía la tormenta dentro de cada uno, claro, excepto el más transparente de todos.

— ¿Cómo estamos? ¡¿Con qué cara vienes a preguntar eso, idiota?! — exclamó Shinazugawa.

— ¿Ya terminaste tus evaluaciones, Uzui? — inquirió Kanae.

El alfa albino sonrió grande y se apuntó a sí mismo con soberbia.

— ¡Pero claro! Y lo hice tan extravagante como siempre.

— Infeliz... — gruñó Sanemi, volviendo su atención a las hojas sobre su escritorio. — asqueroso presumido. Como si fuera tan difícil hacer que los alumnos pinten con los dedos y solo pasar a los que te caen bien.

— ¡Oye, oye! Que mala imagen tienes de mi. — murmuró Tengen, agitando sus manos ocultas con las mangas de su sudadera como bandera de paz. — Aunque no es así del todo, hay una ciencia detrás de cada trazo y uso del color que con gusto puedo enseñar... ¿te? — al ver que el contrario no paraba de refunfuñar se acercó al escritorio de Rengoku y le susurró al oído. — ¿Por qué está de mal humor?

El rubio se encogió de hombros, cubriendo con eso el escalofrío que tuvo al sentir el aliento de Uzui en su oído.

— Seguramente son las evaluaciones, todos estamos un poco estresados.

— ¿Un poco? — murmuró la profesora de biología con cansancio. — Aún no acabo con las evaluaciones y eso que Tomioka me está ayudando. No pidas tantos trabajos cuando me reemplaces.

El pelinegro asintió, mientras seguía pasando calificaciones al sistema en silencio.

— ¡Como si esa cosa pudiera reemplazarte! — gruñó Shinazugawa. — ¡Obviamente un pedazo de...!

Antes de que pudiera seguir despotricando, Kyojuro golpeó con el codo a Uzui, pidiéndole con la mirada que interviniera. Sinceramente lo haría él, pero se sentía tan cansado y frustrado que terminaría peleándose con el profesor de matemáticas y eso solo sería contraproducente a la larga. Y ya que Tengen parecía tan fresco como la mañana, seguramente sabría manejar mejor la situación.

— ¡Vamos, vamos! No hay necesidad de ser tan duro, Shinazugawa. ¡Ya sé! Hay que reunirnos todos en el restaurante de Misturi después de los exámenes, ¿no será divertido?

Kanae fue la única que lo miró y le dedicó una sonrisa al finalizar su monólogo, pues todos los demás seguían inmersos en sus cosas.

— Vamos a pensarlo, ¿vale? — le respondió ella.

— Que amargados, igual que tú. — le murmuró a Sanemi. — ¡Ni siquiera apreciaste mis palabras!

— ¡Cierra el orto, hijo de...!

De nuevo el profesor de matemáticas fue interrumpido antes de poder completar su insulto, esta vez por el crujido de un lápiz. Al venir del escritorio de Rengoku todos se estiraron para ver lo que había sucedido, pensando en que quizás se habría molestado por haber casi insultado a Uzui, pero...

— ¿Qué pasó, Rengoku? ¿Todo bien? — preguntó interesada Kanae.

El rubio tenía los músculos del rostro tensos, los ojos aún más abiertos y una sonrisa forzada mientras miraba el papel frente a él. Por su mente solo pasaba la pregunta "¿Qué hice mal?".

— Reprobó... — dijo en voz baja. — Reprobó historia...

— ¡¿QUÉ?! — exclamaron todos, corriendo al lugar de Kyojuro.

Rewrite the starsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora