Bandera blanca pt.2

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El tener que cuidar de Akaza hizo que avanzara muchísimo en su trabajo, pues cada pocas horas el pelirrosa se levantaba a vomitar y eso hacía que el rubio no se sintiera con la confianza de dormir. Descansaba los ojos cada cierto tiempo, pero no podía perderse en los brazos de Morfeo. Menos ahora que el alfa se había vuelto el doble de encimoso. No lo molestaba debido a que se veía adorable, pero era claramente incómodo tenerlo encima estando mil por ciento consciente de sus heridas.

Kyojuro se estiró para enderezar su espalda y suspiró un poco cansado. Sobre sus piernas, Akaza se removió un poco junto a él, notando que buscaba quitarse el sueño que el celo le causaba. Lo primero que hizo al abrir sus ojos fue buscarlo con la mirada, y al ver cómo sus pupilas se extendieron al enfocar su rostro le hizo latir el corazón. Seguía sin creer las reacciones que causaba en el menor.

— ¿Cómo te sientes? — le preguntó en voz baja, pues ya era tarde.

— Muy cansado. — murmuró con un suspiro y arrastrando las palabras al tiempo que enterraba su rostro en el estómago del mayor. — ¿Te duele la pancita?

— No, ya estoy mejor. — respondió mientras le acariciaba la cabeza. — A pesar de todo las inyecciones funcionaron.

— Kyojuro, — lo llamó, desenterrando su rostro apenas un poquito para mirarlo a los ojos. — No me dejes.

El rubio apretó los labios. Desde que Akaza recuperó la consciencia no había dejado de pedirle lo mismo una y otra vez. Sabía que era inseguro, pero ahora esa inseguridad había crecido el doble o el triple. Tampoco lo soltaba tan fácil, e incluso lo seguía al baño porque quería asegurarse de que seguía ahí. Lo consoló inclinándose a darle un beso en la mejilla.

— Aquí me tienes, no me iré.

— Kyojuro, ¿vas a tener un cachorro? — preguntó con la voz rota, incluso sus ojos se llenaron de lágrimas.

— No, no voy a tener ningún cachorro. — se apresuró a responder.

— ¿Seguro? — preguntó enterrando su rostro. — No me gusta tu olor.

— Lo que hueles no soy yo, Akaza. — lo regañó intentando sonar juguetón.

De hecho, Kyojuro también podría decir lo mismo, pues debido a la marca, Akaza olía a Douma. Poco a poco ese desagradable olor a tierra y hierba seca estaba desapareciendo, pero para desagrado de todos, ENDEMONIADAMENTE LENTO. No importaba cuántos baños le dieran, o incluso lo mucho que se esforzaba el omega por marcarlo con su aroma, sencillamente el de Douma era más fuerte.

Qué desesperación...

— Kyojuro, — lo llamó de nuevo. — quiero ver Stitch.

El mayor se tomó unos momentos para calmar la emoción que lo recorría entero cada vez que el alfa tenía una actitud que le daba ternura, algo que estaba pasando bastante seguido. Si había una cosa, UNA SÓLA COSA, por la que debía agradecerle a Douma, con todo el dolor de su corazón y casi escupiendo su agradecimiento, era el permitirle ver esa faceta de Akaza sin que su aroma lo afectara.

Lo ayudó a sentarse a su lado, le colocó sus audífonos y le puso en su teléfono la película en lo que él continuaba con su trabajo. Se encontraba haciendo los exámenes para segundo año y pasando las calificaciones de los trabajos que le faltaban de tercero. Justo había terminado con los del B y se recordó felicitar a Hakuji en el desayuno, pues su trabajo sobre la vida en Edo había sido maravilloso.

Un pequeño jalón sobre su manga llamó su atención.

— Tengo sed, Kyojuro. — dijo arrastrando las palabras.

— Creo que Koyuki mencionó que hay jugo en el refrigerador. — murmuró mientras se levantaba. — Voy...

Pero Akaza saltó para sostenerlo del pantalón en un movimiento tan sorpresivo que asustó al rubio.

Rewrite the starsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora