Primer día de viaje

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Por fin había llegado la tercera semana de Junio. Era un sábado caluroso y soleado, el pronóstico del clima indicaba que esa semana tendrían la temperatura más alta del año hasta el momento y no habría ni una gota de lluvia hasta, según los meteorólogos, finales del siguiente mes. Todo eso, junto al plan de ir tres días a la playa, sonaba a suicidio para alguien como Akaza. Quizá por eso Keizo decidió apagar la televisión antes de que la preocupación de padre se hiciera más difícil de controlar y terminara arruinando el primer paseo escolar de su latoso hijo. En lugar de eso se levantó de la sala y se dirigió a la habitación de Akaza para asegurarse de que no le faltara nada.

— ¿Qué hacen todos aquí? — preguntó algo divertido al ver a su hija, a su yerno y a Akaza sentados en el suelo mientras doblaban algunas prendas para acomodarlas en la mochila más grande que habían encontrado en el dojo.

— Yo haciendo mi maleta. — respondió Akaza.

— Yo me aseguro que no le falte nada. — continuó Koyuki, terminando de doblar una delgada sudadera blanca.

— ¡Y me estás regañando!

— Sólo te estoy pidiendo que no te quites la gorra de la sudadera bajo ninguna circunstancia.

— Yo opino que un rompevientos es mejor. — la voz de Hakuji era neutra, buscando molestar lo menos posible a su esposa, quien no había estado precisamente de buen humor desde que a su hermano se le ocurrió la maravillosa idea de suicidarse en la playa.

— No olvides el bloqueador y la crema para las quemaduras. También tus pastillas y las toallas suavecitas por si tienes que desinflamar tu piel.

— Ya las lleva. Papá, ¿dónde está lo que le compramos?

Keizo soltó una risa divertida.

— Ah, se me olvidó dárselo. ¡Pero que bueno que estamos todos aquí! No se vayan.

Cuando el hombre desapareció por el pasillo, el alfa soltó un resoplido.

— No necesitaba que me compraran nada. — refunfuñó.

— Cállate y aceptalo. — lo regañó Hakuji.

El adulto no tardó en regresar, sentándose en un espacio libre entre Koyuki y Hakuji para entregarle una bolsa de plástico al pelirrosa.

— Tómalo como un regalo.

— ¿Regalo de qué? — preguntó confundido mientras abría la bolsa para ver su interior.

— De que estamos muy contentos por tu primer paseo escolar. — respondió el mayor. — Nunca habías querido asistir porque estarías solito, ¿verdad? Pero esta vez lo vas a intentar, eso es un gran cambio. Solo no mueras por favor

— ¡Papá!

— ¡Estoy bromeando, mi vida!

Mientras padre e hija hablaban sobre lo inapropiado que eran las bromas que involucraban la muerte de alguien cercano, Akaza se encontraba analizando su regalo, sintiéndose conmovido al ver que eran unos zapatos y un conjunto de ropa para playa, lo suficientemente gruesos como para que su piel no recibiera los rayos del sol, o por lo menos los detuviera lo más posible.

— Gracias. — murmuró antes de guardar su nueva ropa de playa en su mochila.

El suave agradecimiento del alfa interrumpió la pequeña discusión entre Koyuki y su padre, así como también llamó la atención de Hakuji, quién levantó los ojos de la prenda que se hallaba doblando. Habían muy pocas oportunidades de escuchar al Soyama menor decir algo como eso, y muchas menos de verlo tan emocionado al punto de tener un poco de color en sus mejillas. La pelinegra quedó tan maravillada de poder ver a su cuñado con esa expresión de nuevo que decidió dejar atrás su preocupación y concentrarse en las nuevas experiencias que el contrario se encontraba descubriendo. Se acercó a él y lo abrazó.

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