Mala suerte

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Después de la cena todos los alumnos tenían unas cuantas horas de descanso en la sala de sus cabañas antes de ser mandados a sus habitaciones, por lo que los dos profesores encargados de cada una se dividían los horarios de sus rondas para vigilar dentro y fuera de éstas. Así fue como Tomioka Giyuu fue el primero en tomar el turno de vigilar los alrededores ya que Kyogai mantenía entretenidos a los demás con sus tambores. No esperó encontrarse con nada más que los caminos vacíos y uno que otro profesor haciendo lo mismo que él.

— Ah, Tomioka. ¿Qué tal el primer día?

Sin notarlo del todo había guiado sus pasos hacia las cabañas de segundo, encontrándose de frente con el omega rubio de ojos como búho, quien estaba sentado en las escaleras del porche. Desvió su mirada hacia las ventanas iluminadas, logrando escuchar el desastre que parecían estar haciendo Hashibira y Agatsuma, los regaños de Uzui y...

— ¡Así no se juega el tenis de mesa! ¡Suelta esa raqueta! — escuchó gritar a Tanjiro.

— ¡Si lo venzo me quedaré con su título de dios!

— ¡Él no es un dios, idiota!

Rengoku soltó una risa divertida, llamando la atención del pelinegro.

— ¿Vienes a ver al joven Kamado?

— ¡Baja la voz! — lo regañó avergonzado.

— No te preocupes, no creo que nos escuchen. Uzui dijo esa tontería de que era el dios de las festividades y el joven Hashibira perdió la cabeza. Llevan luchando por el título desde hace veinte minutos.

— Ya veo. — murmuró. — ¿Se la ha pasado bien?

— ¡Sí! Lo vi muy sonriente el día de hoy. — murmuró Rengoku, desviando su vista de su amigo a las suaves olas del mar. — ¿Sabes? Me sorprendí bastante cuando me pediste cambiar lugares y ser tutor de los de tercero. Pensé que querías estar a su lado.

— Si me quedaba a su lado no habría podido contenerme, además debía mantener a los hermanos Shabana vigilados y lo más lejos de él para que no arruinaran su viaje escolar.

Después de aquella declaración se quedaron en silencio, y fiel a su costumbre de sentir que molestaba con su presencia, Giyuu se despidió de su amigo para seguir su paseo nocturno, pero se detuvo cuando escuchó a Kyojuro levantarse velozmente para alcanzarlo.

— ¿Podemos hablar? — el pelinegro asintió, y se alejaron unos metros antes de que volvieran a romper el silencio. — ¿Le has... le has dicho lo que sientes al joven Kamado?

— No, para nada. Me prometí no interferir con él hasta que salga del instituto, no quiero ser un obstáculo para sus estudios ni meterlo en problemas. — respondió de inmediato.

El rubio asintió comprensivo antes de suspirar y cruzarse de brazos.

— Recuerdo cuando me lo confesaste, él aún estaba en primero, habíamos empezado a trabajar y lo primero que pensé es que adorabas meterte en problemas. Te apoyé esperando que esos sentimientos cambiaran con el tiempo.

— ¿Me dejarás de apoyar?

— Para nada, al contrario, necesito tu ayuda. — en ese momento Rengoku se detuvo y Tomioka se giró para verlo. El rubio tenía el rostro compungido. — ¿Cómo te diste cuenta de que te habías enamorado del joven Kamado?

— ¿Por qué la pregunta? — inquirió. Quería escucharlo de su amigo antes de apresurar sus conclusiones.

— Hoy Uzui murmuró algo que me ha dejado inquieto. — entonces suspiró como dándose ánimos. — Dijo que veía a Soyama como si fuera mi persona favorita.

Rewrite the starsWhere stories live. Discover now