Llamando tu atención

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Ese día tenía un solo objetivo: investigar lo más que pudiera de Kyojuro. La razón tras esa determinación se remonta al desayuno, en dónde su amorosa familia se reunió para darle consejos con los que pudiera irse acercando al omega. Aunque...

- No necesito averiguar que le gusta, yo ya sé que le gusta. - refunfuñó orgulloso Akaza. - Adora comer, se puede comer dos tazones de los de Mitsuri sin problemas.

- Comer no puede ser todo lo que le guste, - inquirió Hakuji. - deben haber más cosas.

- No, estoy seguro que comer es lo más importante para él.

El pelinegro suspiró derrotado ante la necedad de su hermano.

- Ajá, ¿y al menos sabes cuál es su comida favorita?

- Patatas dulces. - sonrió vencedor, como si hubiera ganado el premio mayor del programa de concursos de la televisión.

- Aún no estamos en temporada de patatas dulces, - reflexionó Koyuki, quien se sumó al desayuno a pesar de no estar del todo recuperada. - ¿no hay otra cosa que le guste?

- Estoy seguro que mientras sea algo delicioso se lo comerá.

- Eso lo hacemos todos, genio. - inquirió su hermano. - ¿No dijiste que la señorita Mitsuri es amiga del profesor Rengoku? ¿Por qué no le preguntas hoy si te puede enseñar a hacer sus comidas favoritas?

- ¡Eso es una maravillosa idea! - exclamó Keizo. - Deberías intentarlo.

- Yo ya sé cocinar. - dijo frunciendo el ceño.

- ¡Pero no sabes nada sobre los gustos del profesor! - el mayor parecía estar perdiendo la paciencia. - ¿Sabes qué condimentos prefiere? ¿Cuáles no le gustan? ¿O si tiene alergia? ¡Tu mejor que nadie debe saber lo peligroso que es regalarle comida a alguien sin conocerlo! ¿Qué pasó la última vez que te regalaron algo en San Valentín?

Akaza se sonrojó de vergüenza de recordarlo. La verdad es que en la secundaria tuvo una maestra que decidió llevar mochis de chocolate para compartirlos con la clase aprovechando que era día de San Valentín, aunque todos sabían que se trataba de una estrategia para obligarlos a regalarle algo el día de blanco, y a pesar de ser algo ya bastante turbio, el infierno para Akaza empezó después de comer su porción, pues su lengua se infló tanto que terminó yendo a urgencias unas horas después.

- Esa... - gruñó molesto. - ¡Nunca avisó que su porquería de mochis tenía canela!

- No queremos que pueda pasar eso, ¿no es cierto? - lo animó Keizo.

Solo por eso había aceptado recolectar toda la información que pudiera. Aunque ese día empezó un poquito mal.

- Rengoku, me llevaré a Soyama para que presente su examen. ¿Hay algún problema?

El profesor Shinazugawa había interrumpido su clase de historia para su ridículo exámen, y por la sonrisa que tenía, todo había sido con total intención. Algo que llamó su atención fue que el rubio se tensó tras la interrupción, fue algo sutil, pero llevaba veinte minutos mirando sus brazos como para no notarlo.

- ¡Seguro! - le respondió con una sonrisa. - Soyama, suerte en tu examen.

Sin más remedio, el pelirrosa se levantó y caminó hacia el peliblanco arrastrando los pies con desgana.

- ¡No tengo todo el día, o te mueves o te repruebo! - lo regañó el malhumorado profesor.

- Puedo saltar si gusta. - respondió con una sonrisa.

Hubiera podido irse con la sensación de victoria llenando su pecho cuando el profesor Sanemi solo le gruñó, pero un fuerte golpe sobre su nuca le borró su sonrisa. Al girarse encontró al profesor de historia mirándolo con desaprobación. Le había lanzado el borrador.

Rewrite the starsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora