Sorpresas y confrontaciones

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Cuando Akaza se marchó, Kyojuro se dejó caer en su asiento, sintiéndose derrotado. Hubo un pesado silencio que nadie quiso romper, y sólo ahí, con la cabeza cada vez más fría, fue que Uzui notó lo que había hecho. Se llevó su diestra al rostro y talló sus ojos.

— Rengoku, perdóname. — murmuró. Sí se escuchaba bastante afectado. — Yo no quería... no estaba pensando, yo...

— Si hubiera sabido lo que nos esperaba, no habría regresado a Ciudad Kimetsu. — dijo con dureza antes de levantarse y marcharse también.

De nuevo nadie dijo nada. Iguro miró a su esposa, quien mantenía los ojos fijos en el suelo. Sus manos se movían frenéticamente y parecía estar a punto de echarse a llorar.

— Dejé a Mochi con mis papás, debo ir por ella. — dijo, yendo hacia la bodega por sus cosas.

— Mi amor...

— Ya que abriste, cierra por favor, Iguro.

— Mi amor, perdón. — ella no contestó. — No sabía que estabas con ellos. ¡Veníamos a pedirte consejo!

— ¿Qué clase de consejo? — preguntó mientras se ponía su suéter.

— Ya no importa. — respondió Uzui. — Ya me dí cuenta de qué lado estás.

La joven frunció el ceño con indignación. Se dirigió del otro lado de la barra para poder ver al alfa a los ojos y lo obligó a verla.

— No estoy entendiendo.

— Iba a pedirte que me aconsejaras para regresar con Rengoku, pero ya vi a quién estás ayudando. — gruñó mirando el asiento vacío de Akaza.

Mitsuri se cruzó de brazos.

— El amor no tiene lados, Uzui. — dijo disgustada. — Esa es la razón por la que es tan doloroso, porque es libre.

— Seguro, como no hay guerras por amor.

— Es una excusa, un pretexto. — al ver el rostro molesto del que fue su senpai, la joven suspiró. — ¿Por qué quieres regresar con Rengoku? ¿Por capricho?

— ¡¿Qué?! ¡No!

— ¿Entonces?

— ¡Porque lo extraño! — exclamó, dejando salir toda su frustración. — ¡La cagué, ya lo sé! ¡Pero quiero arreglarlo! Yo... no sabes cuánto me pesa estar tan lejos de él. — se tomó unos momentos para suspirar y guardó silencio. — Lo amo. Lo sigo amando.

Mitsuri asintió lentamente al tiempo que sus ojos se llenaban de lágrimas.

— Yo también lo amo, y no por eso busco tener una relación con él.

— ¡Es distinto, Mochi!

— ¡¿En qué?! — exclamó. — ¡Si él me hablara, y me reclamara que le di esperanzas de solucionar las cosas, y después se las destrocé, me dolería mucho! Si él se enojara conmigo y me dijera que no me quiere volver a ver, me partiría el corazón. Si perdiera su amistad no creo que pudiera recuperarme pronto. — contó, cada vez con la voz más rota. — Lloraría, gritaría, no querría venir a trabajar, y estoy segura que el sabor de mis comidas cambiarían. — se detuvo unos momentos para mirar a Tengen. — ¿Cómo es que tus sentimientos son distintos a los míos?

— ¡Porque yo aún puedo darle más, carajo! — espetó el peliblanco. — ¡Me quedé con muchas cosas qué decirle! Aún había muchas cosas que hacer, lugares que ir... ¡Quería ser yo quién tuviera sus sonrisas! — el restaurante se quedó en silencio. — Si hubiera sido más maduro, más seguro, menos... indeciso... habría podido cuidar mejor de su corazón.

Rewrite the starsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora