Rewrite the stars

Buscando alianzas

Hakuji jugaba con sus pies mientras esperaba al profesor Rengoku en las escaleras de la colina, apenas sintiendo la incomodidad de los últimos rayos del sol sobre su piel. Al contrario que su hermano, él y el sol se llevaban bien; y el calor del verano apenas y le arrancaba un gruñido cuando el termómetro marcaba los 28ºC.

Cada que veía un auto pasar, Hakuji levantaba la mirada esperando ver el del profesor Rengoku, pero la bajaba cuando éste se seguía de largo. En ese momento sus pensamientos regresaron al recuerdo del último mensaje que recibió del profesor; ese en el que insistía en que sería él quien iría al dojo en lugar de aceptar que fuera Hakuji quien se moviera a la escuela. "¡No se preocupe joven Soyama! Me queda de paso" había dicho. Pero Hakuji sabía que eso era una mentira. Ellos estaban en los límites de la ciudad, incluso las zonas residenciales estaban al lado contrario de aquella colina, y a no ser que el profesor Rengoku quisiera salir de la ciudad, todo eso había sido una excusa. Entonces, ¿él quería venir personalmente?, ¿por qué?

Y esas preguntas no eran más que la punta del iceberg. En realidad habían otras que se extendían aún más abajo de los acontecimientos, juzgando también las acciones de su maestro cuando le entregó su celular para: "contestarle al profesor Rengoku si es que preguntaba por Akaza". ¿Cómo es que sabía que preguntaría por Akaza? ¿Qué había, o qué veía su maestro para mostrarse tan seguro alrededor de las acciones del profesor Rengoku? ¿Tenía algo que ver con que hubiera insistido en venir sólo por una mochila? Bien pudo haberla dejado sobre su escritorio, nadie lo tomaría.

Y como si la parte negativa de su ser se sintiera celosa por ser ignorada, el recuerdo de Douma apareció en su memoria, y sintió su sangre arder.

Un auto blanco se detuvo frente a él, y al levantar la vista encontró al profesor Rengoku saliendo de el. Hakuji se levantó del escalón donde se había sentado y se acercó al mayor, aceptando la mochila de su hermano.

— Lamento mucho las molestias. — se disculpó educadamente mientras hacía una reverencia.

— ¡No es ninguna molestia! — exclamó el profesor, dedicándole una de sus grandes sonrisas.

El pelinegro esperó que el rubio fuera rápido en marcharse pero se encontró con que, seguramente intentando ser discreto, el profesor respiró hondo unas cuantas ocasiones mientras mantenía sus ojos mirando nerviosamente escaleras arriba. Hakuji lo imitó, pensando en algún loco panorama en el que Akaza hubiera logrado llegar hasta ellos, pero sólo se encontró con las escaleras vacías.

— ¿Todo bien, profesor? — preguntó por inercia.

El contrario parpadeó confundido, como si apenas hubiera notado que se había quedado mirando a la nada. Con visible vergüenza, el maestro de historia miró a su alumno con todo su cuerpo rígido.

— ¡S-sí, no es nada! — respondió.

— Lo invitaría a pasar, pero... no creo que sea lo más conveniente ahora. Perdone.

— ¡No se preocupe por eso, joven Soyama! De todas formas no puedo dejar mi auto en la avenida. 

Hakuji parpadeó confundido.

— ¿Akaza no se lo dijo? Si sigue derecho unos veinte metros y da vuelta a la derecha podrá subir la colina. — dijo señalando con el dedo. — El camino es angosto, pero es posible subir.

El profesor levantó las cejas con sorpresa antes de fruncir un poco el ceño.

— No me lo dijo. Así me hubiera podido asegurar que entrara a casa cuando lo vine a dejar ese día. — dijo con algo de molestia.

Hakuji miró en silencio el ceño fruncido de su profesor, preguntándose de nuevo el por qué de todas las atenciones que él le daba a su hermano. ¿Qué acaso no lo había acosado?, ¿aún se sentía cómodo a su alrededor, procurándolo, cuando se le declaró en la playa, y dejó muy en claro que buscaba cruzar esa línea de profesor-alumno? ¿Por qué? Y luego estaba ese brillo de preocupación que parecía tener por su hermano, además de que no cualquiera hubiera llegado a los extremos como él. ¿Ir a una pelea clandestina por Akaza?