¿Mentiras?

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Se sentía bien regresar a la cotidianidad a la que se había acostumbrado, así que no pudo evitar sonreír cuando abrió la puerta y el ruido de la campana llamó la atención de la dueña.

— Bienve… ¡Akaza! — Mitsuri sonrió emocionada al verlo entrar a “Ojos de gato”. — ¡No sabes cuánto te extrañé!

La mujer salió de la cocina para encontrarse con su empleado a medio camino, abrazándolo con fuerza. Akaza respondió el abrazo sintiéndose mucho más cómodo con ella.

— Lamento la tardanza, no esperaba que mi celo llegara justo al final de las vacaciones. — se disculpó el alfa.

— No te preocupes por eso, nos las arreglamos bien. — le respondió alegre.

La campana de la puerta volvió a escucharse y Mukago entró por ella. Al levantar la vista no pudo evitar sonreír divertida al ver a Akaza envuelto en un abrazo.

— Buenas tardes. — dijo con una ligera reverencia. 

— Buenas tardes, bienvenida. — la saludó Mitsuri. — Toma asiento en donde desees.

Akaza aprovechó que ambas betas empezaron una conversación para dirigirse a la bodega a cambiarse para empezar su turno. Cuando salió encontró que su amiga se había sentado en la barra para continuar hablando sin entorpecer el trabajo de su jefa. Además de que a su lado se encontraba una personita que tampoco había visto.

— ¿Qué hay, Mochi? — la saludó apenas posando una mano sobre sus cabellos rosas.

— ¡¿Dónde estabas?! ¡Faltaste! — lo regañó.

— Sí, yo también te extrañé. — dijo sarcástico mientras se lavaba las manos.

Mitsuri y Mukago se rieron quedito ante el puchero que puso la pequeña Sakura al escuchar eso.

— Sí te extrañé, pero faltaste. 

— Ya hablamos de eso, Mochi. — le recordó su madre amorosamente. — Akaza estaba enfermo. — entonces se giró a su empleado. — El menú de hoy es Udon frío, ¿puedes apoyarme con los vegetales?

El pelirrosa asintió y tomó uno de los cuchillos para continuar con el trabajo que la pelirrosa había dejado inconcluso. 

— ¿Hablaste con tus padres? — le preguntó a Mukago.

La joven se encontraba bebiendo una naranjada de gatito, por lo que asintió antes de poder responder.

— Sí. Dicen que llegarán hasta la noche, así que no habrá nadie que me pueda abrir la puerta. — explicó. — Y me regañaron por perder mi celular. — añadió triste.

— ¿Ocupas tu celular como llave? — preguntó sorprendida Mitsuri. 

— Sí. La puerta de mi edificio sólo se abre con una llave digital que tengo en mi teléfono, así que sin ella no puedo entrar, y mis papás trabajan.

— ¿No puedes rastrearlo?

— Podría, pero quien tiene registrado mi celular son las amigas que ya casi no frecuento, y el celular de Akaza es una roca.

— No metas a mi celular en esto. Sigue sirviendo a pesar de todo. — le gruñó antes de añadir más amable: — Entonces quédate aquí y te llevo a casa cuando termine de trabajar.

— ¿Me estás invitando a comer? — preguntó con una enorme sonrisa.

— Sí, porque no.

La joven sonrió un poco, pero no había felicidad en ese gesto; mientras que la mirada de Akaza se mantuvo estoica, como si no hubiera entendido, o no quisiera entender, el mensaje que Mukago había querido mandar. Mitsuri miró hacia ambos, pues el ambiente se había enfriado un poco.

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