Introducción

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Sinopsis 

Dicen que un viajero del espacio llegó a esta tierra hace varios miles de años y con un hombre sin igual compartió su sangre, concediéndole grandes poderes que incrementan sus habilidades, sus capacidades y sus sentidos; pero que también, potencia sus deseos más oscuros y perversos. Dicen incluso que esa sangre concede a quienes la posean la inmortalidad.

 Y yo afirmo que todo cuanto dicen es cierto, pues esa sangre que compartió el viajero con aquel hombre corre ahora también por mis venas y sé de lo que es capaz.

Mi nombre es Malk, hijo de Enoc, Señor de la ciudad del Sol. Y esta es mi historia...

     Introducción 

No tenga miedo. Es más, despójese de todos sus temores, de sus prejuicios, de sus conocimientos. En este instante ya no le pesan, pues de un soplo... desaparecieron. Y abandónese como hojas de otoño mecidas por el viento, cayendo sosegadamente en el olvido. Olvídese de todo, también de los problemas del día a día, incluso de aquellos que parecen más graves. Deje por un momento de lado el recuerdo de sí mismo, de su familia, de su trabajo. Olvídese incluso de su nombre, de su credo.

Va sintiendo cómo poco a poco, lentamente, se va perdiendo. No, no es difícil. Le resulta más fácil de lo que esperaba. El simple abandono de sus sentidos, la fuga apresurada de sus sentimientos.

Ya ha borrado todo de su memoria, se siente como el niño pequeño que duerme apacible en su cuna. Su mente está en blanco.

Se encuentra solo, solo consigo mismo. Imagínese que se está mirando frente a frente, como si estuviera ante un espejo; pero no es un simple reflejo, es usted con idéntico soplo de vida. Se ve y se siente diferente. Le gusta lo que descubre, la persona que tiene enfrente es especial y única, nunca hubo antes alguien igual. De muy dentro de usted surge una bocanada de admiración, de simpatía, de empatía, de cariño y de ternura; un cóctel de tantos y tan buenos sentimientos que, con una única palabra, sólo podemos llamarlo... Amor.

Sí, quiérase un poco, lo suficiente; no mucho, que empalaga. Se gusta incluso con esa pequeña cicatriz que le hace más interesante, esas arrugas que dejó en su rostro el paso del tiempo, esos kilos de más; son defectos que le hacen ser más humano. A él no le preocupan, son él, es usted. De repente ya no hay dos personas, está solo, desnudo y se admira con cariño y ternura.

Ahora, después de haberse encontrado, retroceda en el tiempo y borre el recuerdo del hombre que guarda en su memoria, como si no hubiera existido jamás.

Sí, camine hacia atrás en el tiempo, ve pasar el descubrimiento del Nuevo Mundo y el del Antiguo. Todavía no ha llegado el Profeta ni el Crucificado ni el Errante ni siquiera el Niño Sabio; ellos tan solo son promesas que traerán vientos lejanos.

Más allá de los grandes imperios, de las ciudades-estado y de pueblos perdidos que fueron oasis antes de que los envolvieran arena de desiertos. Antes de que se levantaran las grandes pirámides, incluso antes del gran diluvio, cuando llegó el gran cometa de hielo inundando toda la Tierra. Bien, hemos llegado al mismísimo principio, donde aún nada ha empezado. La humanidad ni siquiera es el destello de un pensamiento. Y el hombre, de entre todos... el elegido, cual recién nacido parte el silencio con su primer llanto.

Pues, antes de todo eso, hubo una ciudad construida por seres de otra raza más parecida a los ángeles. La primera ciudad, la única y a la vez, en ella, la última; cuna de una civilización ya extinta, en sí completada.

Fue entonces conocida como «la Ciudad del Sol», en otras épocas «Ciudad de Enoc», o simplemente «la Primera Ciudad». Ninguna otra urbe humana alcanzaría después a igualarla en belleza y esplendor, pues nació de una gota de agua de lluvia que escapó del cielo, atrapando el reflejo de aquella en la que habita el mismo Dios.

Lo sé porque yo viví en aquella ciudad, en aquel paraíso de paz y progreso. 

 Sí, yo estuve allí, fui uno de ellos.

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La sangre de EnocWhere stories live. Discover now