XXIII Tótems

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Poco a poco vamos despertando al aullido acompasado de dos lobos negros que saludan a la llegada de la luna antes de ir de cacería en una nueva noche despejada, arropada por un cielo estrellado; desde las montañas se puede observar mejor espectáculo tan increíble.

Mientras esperamos que los cazadores traigan nuestra cena, Ricardo y Luci continúan contándonos su historia ante la insistencia de una Mariposa entregada que se quedó con ganas de saber más antes de caer rendida. Yo, por el contrario, me siento más preocupado por el niño-gato que todavía no ha regresado.

Ricardo reaviva las ascuas de la chimenea, alimentándola con leña nueva. Perdido en el chasquido de las ascuas y el resplandor de las llamas regresa, para compartir con nosotros, al recuerdo de aquellos momentos:

—Los primeros días desde nuestra llegada todo estuvo tranquilo, no parecía que fuese a haber problemas. Pero una noche nos aviso el gato ya convertido en niño y ante nuestro asombro nos dijo: 

»—Despertad. El enemigo se acerca, han enviado un par de exploradores para analizar la situación, puedo olerlos. Están ahí fuera sopesando nuestras fuerzas, pronto llegarán refuerzos y nos atacarán. Tenemos que prepararnos, no nos queda mucho tiempo.

Ricardo me busca con la mirada para seguir contando. 

—Todavía sorprendidos por la transformación del gato, el niño nos avisó de que si continuábamos aquí, y con el armamento que teníamos, nuestras posibilidades de salir con vida de un ataque eran nulas. Así que nos propuso compartir su sangre para hacernos más fuertes y poderosos.

Luci continúa con la explicación, se la nota emocionada. 

—De esa manera, bajo la luna creciente y al fuego de una hoguera, nos inició en un ancestral ritual totémico. Teníamos que conectarnos con el espíritu de algún animal salvaje con el que nos sintiéramos identificados. —Detiene la exposición para rellenar unas tazas con té caliente—. Aquí en las montañas no nos resultó difícil, ¿qué mejor escenario? Y el niño-gato compartió con nosotros su sangre que, nos llevó a cada uno entre ensoñaciones en éxtasis mágico,  a mundos diferentes habitados por seres extraordinarios.

—Yo busqué al gran oso pardo —interrumpe Ricardo entre aspavientos, acercando su rostro hacia la asombrada Mariposa que parece recrear en su mente aquellos momentos—. Recuerdo que de pequeño habitaban por estas montañas muchos, antes de que casi se extinguieran y los declarasen especie protegida. Mi padre que era un gran cazador,  me llevaba por aquel entonces en su búsqueda. Así que no me costó trabajo seguir su rastro mágico para toparme con el viejo Jack...

Ricardo señala con cierta tristeza la cabeza disecada de un gran oso sobre la chimenea. Mariposa mira ahora al hombre con enfado. El agente continúa contando su historia: 

«Lo sé... Eran otros tiempos, no había tanta conciencia sobre los animales y mi padre era un cazador que protegía a los pastores indefensos de los ataques de estas fieras. Créeme, jefa, aquellos recuerdos con mi padre me embargan de melancólica añoranza, pero a la vez de tristeza, no me siento orgulloso de lo que hacíamos. Lo bueno de este viaje ha sido que me ha permitido reconciliarme con el viejo Jack. Al principio se mostró enfadado, irascible, resentido por lo que le habíamos hecho en vida; al verme salió a mi encuentro y libramos justo combate cuerpo a cuerpo por largo rato. Pero poco a poco, al ver mi ímpetu y decisión, se fue dejando vencer, entregándose como un cachorro y compartiendo su espíritu que vagaba perdido por entre las montañas».

Ricardo detiene de súbito su historia. Busca en los ojos de cristal del oso disecado. 

—Ahora, viejo enemigo, somos amigos, porque tú eres en mí y yo, también, soy de ti. Ahí estarás siempre para recordármelo.

La sangre de Enocजहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें