XXX Comienzo

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...Siento una extraña sensación recorriendo de súbito todo mi cuerpo, como si algo me golpeara de frente atravesándome a la par que un fogonazo deslumbra mis ojos, mostrándome incomprensibles imágenes pasando frente a mí a gran velocidad, dejándome entrever un lugar lejano, de una realidad diferente que está aún por llegar.

—Ven, Malk, demos gracias a nuestro Señor —me avisa con tierna voz Elena, despertándome de la visión y recobrándome a la realidad.

En el interior del altar hay una estatuilla rígida e inerte con forma humana, hecha de barro, el material más abundante y menos valioso que existe en la tierra. Arcilla modelada por hábiles manos, capaz de sacar del interior del hombre la fuerza de una fe que todo lo puede.

Me arrodillo junto a mi hermana por no contrariarla. Una nueva y reconfortante sensación recorre mi interior. Pasando de la incredulidad y el desprecio inicial a una sosegada paz, para comprender que por muy bajo que caigamos siempre encontraremos un trozo de barro en el que poder buscarnos; y... ¿Por qué, no? Tal vez encontrarnos.

Elena entresaca el clavel de su pelo y lo coloca a los pies de la estatuilla, entre otras muchas ofrendas.

—Vamos, Malk... veo que el Señor te ha serenado ya, continuemos nuestro camino, vayamos con el espíritu en paz a nuestra querida y admirada ciudad.

De esa manera continuamos los tres hacia la ciudad caminando apaciblemente, admirando los jardines y las estatuas que decoran el camino y dándole gracias al Sol, nuestro dios, simplemente por ser y estar.

—Elena, ¿crees que podemos ver el futuro que ha de venir? He tenido unas visiones y no las entiendo... —recupero a mi hermana de su ensimismamiento—. Si fuera así, ya estaría todo escrito y no podríamos hacer nada por cambiarlo. Hagamos lo que hagamos, es lo que estaba preestablecido que vamos a hacer y daría igual, porque el resultado final será el que ya ha de ser.

—No lo sé, Malk. Puede ser, pero yo prefiero disfrutar el presente tal y como viene y no darle tantas vueltas a todo como haces tú. ¿De qué sirve preocuparse por lo que haya de ocurrir? Cuando pase ya veré qué hacer, pero hasta entonces, prefiero vivir el aquí y el ahora. Además, ¿cómo sabes que esas imágenes que las que hablas son del futuro y no de un pasado superado ya, incluso pueden que sean de otra realidad diferente, o simplemente imaginaciones tuyas? ¿Y de qué te habrá servido preocuparte? ¿Quién sabe? Terminarás volviéndote loco si tratas de entender todo lo que se te pasa por la cabeza, si no lo estás ya —me sonríe con cariño.

Sí, tal vez tenga razón y se viva mejor así, pero yo era incapaz de centrarme en el momento presenta con tanta facilidad, y mi cabeza siempre está cuestionándolo y analizándolo todo. Además, aquellas imágenes que habían llegado de súbito a mi mente se habían anclado con fuerza en su interior y no podía dejar de darles vueltas a su significado o intención. De repente, un pensamiento me lleva con fuerza en el recuerdo de alguien que alguna vez en algún sitio conocí y que me dijo: «Todo principio trae un nuevo, diferente y posible final».

Ería se me acerca andando despacito y con mucho cuidado. 

—Mira, Malk —En un dedo de su mano posada una mariposa—. ¿A que es bonita?

—¡Oh, sí! Realmente lo es.

Ería sopla a la mariposa que retoma su vuelo y yo permanezco absorto por un momento en el deleite de su sincronizada danza, sin darme cuenta de que mis hermanas siguen caminando, subiendo una pendiente hacia una colina desde la que se divisa ya la ciudad.

Elena, con Ería de una mano, me avisa regresándome del baile de la mariposa. 

—Vamos, Malk, no te quedes atrás, haremos una parada en el mirador para descansar un rato y beber de la fuente antes de continuar.

—Sí, Malk, venga. Y luego podrás contarnos la leyenda de Enoc... —apunta Ería.

—Otra vez, pero si siempre me pides lo mismo cuando llegamos allí, seguro que te la sabes mejor que yo —protesto mientras me acerco a ellas en una ligera carrera.

Y de esa manera seguimos juntos el camino los tres, cogidos de las manos. Elena, Ería y yo dejándonos los tres llevar, avanzando en las alas del viento, guiados por el sol, en busca de un mundo mejor.

—Dime, Niño de Barro... 

La sangre de EnocWhere stories live. Discover now