XVII Inspectora

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La inspectora Mari se prepara un café sin dejar de mirar la pantalla de su ordenador. Desde que abandonó el hospital y regresó a su apartamento en el centro de la ciudad, no ha hecho otra cosa que observar detenidamente las imágenes que las cámaras de la sala principal del hospital le retransmiten en directo de aquel extraño joven. Apenas ha pegado ojo en toda la noche atraída como una pequeña polilla por la luz de una bombilla.

Quizás la responsabilidad de su primer caso como coordinadora la esté superando o quizás algo más profundo e inexplicable la arrastra inexorablemente hacia ese extraño ser y las circunstancias que lo envuelven.

Como policía permanece atenta a cada movimiento, a cada detalle. Como doctora racionalmente los analiza.

Malk ha permanecido sentado en una silla durante todo ese tiempo, con un ligero balanceo de su cuerpo de atrás hacia delante, de delante hacia atrás. Parece tranquilo, perdido en la profundidad de sus pensamientos. Las manos entrelazadas. Los ojos cerrados, solo los abre de vez en cuando para mirar el tatuaje en su antebrazo.

La doctora analiza de pasada al resto de pacientes que comparten la sala, acaso una docena de enfermos con diferentes grados de enajenación. Un par de ellos miran absortos, sin prestar atención, una televisión en una pared de la sala. Una chica deambula nerviosa de un lado a otro, parece repetir constantemente la misma frase como un mantra. Un hombre más mayor y encorvado permanece frente a una pared, golpeándose contra ella de vez en cuando, un casco de protección le protege la cabeza. Pero la mayoría se sienten atraídos por Malk, le observan, parece que con veneración, como si su presencia les reposara y recuperara de la oscuridad que nubla sus mentes.

Un par de celadores acompañan a un doctor que va repartiendo la medicación correspondiente a cada uno de los residentes. El médico se detiene al acercarse hacia Malk, recoge de la bandeja un vasito de plástico. Malk abre los ojos, le mira fijamente. El doctor deja el vaso sobre la bandeja y continúa la ronda sin decir nada.

—¡Vaya! ¿Por qué...? —exclama contrariada por el hecho, rompiendo el profundo silencio que lo envuelve todo. La inspectora agudiza sus sentidos sin que por largo rato ocurra nada extraño. Y sin darse cuenta va dejando caer la cabeza contra la mesa, quedándose dormida.

La cámara sigue retransmitiendo sin que nadie esté observando. El hombre que estaba frente a la pared deja de darse golpes y busca una silla para acercarse a Malk, se sienta frente a él mientras su cuerpo y su rostro van cambiando al de un joven muy hermoso. El recién llegado saluda amigablemente a Malk que parece no prestarle atención y continúa con su suave vaivén. El joven deja de hablar por un instante con Malk y clava su mirada a una de las cámaras, sonríe.

Mari siente un escalofrío que la despierta de un sobresalto. Se levanta y marcha a la cocina para prepararse un nuevo café, la mañana llega fría y el calor de la infusión la reconforta. Lentamente se va recuperando para regresar de nuevo a su vigilancia. Toma su café a pequeños sorbos, deleitándose con el sabor, mientras va tomando apuntes sueltos de cada uno de todos los presentes, ignorantes actores de su concienzuda investigación. Cualquier mínimo detalle puede aportar una pista importante.

De repente, lleva su atención hacia un celador que vigila la puerta de entrada. Dirige hacia él la cámara. Esa pose firme, esa mirada clavada en Malk, ese rostro le resulta conocido.

—Ese es... un policía de Cuerpos Especiales —se dice así misma mientras recuerda haberle visto alguna vez en la comisaría—. ¿Cómo es posible? Yo dirijo esta investigación y no he puesto vigilancia interna, ni nadie me había informado de que...

De la reacción, la inspectora derrama un poco del café sobre la mesa, se levanta para buscar un paño y limpiarlo. De regreso enfoca de nuevo la cámara sobre el objetivo principal de su investigación, Malk: para darse cuenta del hombre joven, alto y fuerte de melena larga y rubia, sentado frente a él y que parece hablarle precipitadamente, como si estuviera compartiéndole información. Aunque Malk no parece estar prestándole atención.

La sangre de EnocDonde viven las historias. Descúbrelo ahora