XXI Guerra

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Mariposa coge con delicadeza la primera de las cajas, se toma unos minutos antes de abrirla, exhala una fuerte bocanada de aire para meterse de lleno en la investigación que le costó la vida a su padre.

Una pequeña ficha pegada a la caja delata el contenido interior: «Los Caballeros de Saulo».

Al abrirla, lo primero que encuentra es un gastado álbum de fotos antiguas. Su mano trémula pasa la portada de cartón negro para encontrarse con el tesoro que esconde... pegadas a las hojas diferentes fotos de su padre desde que era un niño y de años sucesivos mientras se iba haciendo mayor. En algunas permanecía solo, en otras con compañeros y amigos.

—¡Oh! —exclama abrumada Mariposa, aturdida y confundida por el contenido de las fotos—. No puede ser. Mi padre era uno de ellos. —Cierra instintivamente, como queriendo no ver el contenido del libro de fotos.

Siseo tratando de calmarla.

—Tranquila. No juzgues las acciones de un niño, no conoces los motivos ni las razones, ni tampoco la de esos otros que ahí aparecen. Una asociación o comunidad no es buena ni mala, lo son las personas que en su nombre llevan a cabo malos actos. La pistola no mata, es la persona que aprieta el gatillo el verdadero responsable.

Paso con suavidad mi mano por su cabello, una nueva chispa destella al roce de nuestros cuerpos. Trato de animarla todavía con el picor en mis dedos. 

—¡Uf! Que fuerte el magnetismo que existe entre nosotros, la energía fluye desbocada. 

Sonrío mientras suelta el libro y se lanza hacia mí como un perrillo abandonado, comiéndome a besos. 

—Querida, aunque me muera de ganas, deberíamos seguir... —Trato de apaciguar nuestros deseos.

—Que se detenga el mundo, ahora quiero que me hagas tuya y que seas en mí. —Me provoca como una fiera salvaje clavándome sus garras en mi espalda. Entregándonos el uno al otro una vez más.

Y antes de hacerla mía, de mi pecho desnudo saco un pequeño frasco repleto de sangre de un dios, destellos de azul deslumbrante. Lo extiendo en mi mano buscando su pecho para compartirla con ella y como a mí, es absorbida por su piel. Explosión de emociones desconocidas en el sublime éxtasis mientras recorre su cuerpo, savia que alimenta su carne.

Compartiéndonos en el desenfreno de la pasión desbocada de dos cuerpos desnudos rebosantes de vida. Llevándonos hasta el extremo caemos rendidos entregados a Morfeo.

Despierto, la busco. Ella está desnuda sentada junto a la mesa, ojeando el libro de fotos.

—¿Cómo pudo ser parte de aquellos que lo mataron? —busca en mí una respuesta al saberme despierto y mirándola.

—En algunos momentos de su historia las asociaciones tienen intereses lícitos y sus integrantes buscan un bien común. Los jóvenes idealistas y atolondrados tratan de compartir ilusiones y sueños, aprenden a colaborar, a sentirse útiles y parte de algo. —hago un pequeño receso al venirme a la mente el recuerdo de tantas organizaciones que pasaron por esto—. Pero por algunas razones, los que dirigen la comunidad, llevados por el ansia de poder cambian el sentido y los fines loables de la organización para manipular los intereses comunes, dirigiéndose hacia actos deleznables y empujando a otros con ellos.

Mariposa pasa sus dedos por la foto de su padre junto a otros niños jugando y abrazándose entre risas inocentes, desfilando o formando frente a la bandera de una espada negra.

—Miremos sin juzgar. Lo importante es poder reconocer entre los rostros a personas conocidas, lugares destacables, actos importantes que nos den pistas sobre la organización, sobre su trayectoria y trascendencia. —Trato de centrarla.

La sangre de EnocWhere stories live. Discover now