VII Odio

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Novela para lectura en Wattpad.

La mayoría de los vecinos y visitantes se dirigían en procesión hacia el templo. Tan solo algunos rezagados permanecían aún distraídos en las calles.

Elena aligeró el paso llevada por la desesperación y la rabia; miraba alterada hacia todos lados sin saber qué buscar. No se percató de cómo se entremezclaba con un grupo de peregrinos que admiraban las proezas que un adiestrador de fieras hacía sincronizando sus movimientos con los de un enorme oso pardo.

Elena se golpeó de bruces con el animal. El oso rugió buscando a la perpleja espontánea que se había sumado, sin ser invitada, al nuevo e improvisado espectáculo. El animal se elevó sobre sus patas traseras con intención de lanzarse sobre ella, pero Ería se interpuso en medio de los dos.

—Tranquilo. No tengas miedo osito bonito —le dijo confiada mi hermana pequeña.

El oso juntó su enorme cara redonda a la de Ería para lanzar un nuevo y espeluznante rugido.

Mi hermana pareció enojarse. 

—¡Ya está! No hagas que me enfade.

El enorme oso se postró sumiso ante su domadora y con suaves gemidos comenzó a llorar ante la mirada asombrada de todos los que allí estaban.

Elena se incorporó molesta, nos cogió del brazo y nos llevó en volandas, nuevamente, calle arriba sin decir palabra.

La calleja terminaba en una pequeña plaza desde donde se podía ver con claridad el templo. En el centro de la glorieta había un pozo vestido con nudos de telas y cordeles. Dicen que el pozo de los deseos no tiene fondo ni fin y que se escucha el chapoteo del agua si se cumple lo que se ha solicitado.

—Pide un deseo, Malk —me solicitó Ería emocionada mientras se asomaba al pozo. Risueña y coqueta, parecía indiferente a todo lo que pasaba a su alrededor. Nada le preocupaba ni a nada temía, ni siquiera a una colosal fiera. Para ella todo era siempre inocente juego.

—Quiero que regresemos ahora mismo a la granja y que todo lo ocurrido haya sido un mal sueño —pedí sin mucha confianza.

El pozo enmudeció a mi ruego.

—Yo quiero que siempre estemos juntos los tres y que nunca nada ni nadie nos separe jamás —pidió ella entre risas.

El chapoteo del agua sonó con claridad en lo más profundo de aquel pozo.

—Ves hermano, es que no sabes hacer las cosas bien. Tienes que pedirlas con seguridad  y confianza para que siempre se cumpla  —insistió con aire de superioridad, envuelta en sus interminables risas.

Ya no quedaba nadie en la ciudad, las casas y las calles estaban desiertas. Un agradable olor a incienso se esparcía por todas partes, sumiéndote el espíritu en un halo de sacra melancolía. Todos se encontraban alrededor del templo, sus cantos llegaban a nosotros como si vinieran de una sola voz; entre sus manos destellaban velas de las que sus llamas bailaban trémulas en señal de límpida ofrenda.

—¡Mira, Malk! Parece un baile de luciérnagas —exclamó Ería impresionada.

—¡Sí! Es muy hermoso —respondí asombrado ante la increíble belleza de aquella visión que parecía atraerte y llevarte hacia aquel lugar.

Y a lo lejos, muy a lo lejos en el horizonte, la luna llena comenzaba a ocultarse tras el templo, a la vez que la sombra de una figura humana se alargaba entre los adoquines, acercándose hacia nosotros desde el mismo fondo de la calle.

La sangre de EnocWhere stories live. Discover now