El Ascenso De Un Imperio [III libro de la saga Dioses Universales]

Tristan: Un Viaje Por Las Galaxias.

Llevo tres meses viajando en este maravilloso como insoportable barco. He visto tantas cosas que no sé cómo explicarlo, es algo maravilloso el universo, pero también temible. Lugar oscuro lleno de nebulosas de colores, planetas habitados por criaturas sensacionales. También he visto planetas tan caóticos que ni siquiera creo que se pueda respirar el aire que emana. No se puede subir a la cubierta por la falta de oxígeno, y a los fuertes vientos de los portales. Cedric me obliga a sentarme en mi asiento cuando pasamos por un agujero negro.

—Tristan, por el amor a tu familia siéntate de una maldita vez —Cedric exclama desde su asiento. Me aparto de la ventana asombrado.

—¡¿Viste esa nebulosa?! —exclamo enérgico. Me siento y abrocho todos los cinturones. Mi fascinación me siega tanto que ignoro cualquier temblor de la nave o la perturbación en la materia. No me importa nada, el universo es tan hermoso.

Seguimos viajando por el agujero de gusano por una semana o lo que pareció una semana. Es raro diferenciar el tiempo en este tipo de viajes. Cuando ya la nave entra en un estado de relativa calma, me dirijo al escritorio a seguir analizando los libros contables del futuro planeta que gobernaré.

—¿Ya tienes un plan? —Cedric arrastra una silla y la pone al frente del escritorio.

—¿Dijiste que era una mierda de planeta, cierto? —le pregunto a Cedric ignorando lo ruidoso de la silla.

—Sí, no tienen un cuerpo de seguridad lo suficientemente organizado. Ni siquiera para detener a una turba de ladrones callejeros, ni hablar de prevenir una invasión —Cedric saca una manzana de su abrigo de cuero negro y la muerde—. Los pueblos son bastantes deprimentes, y...

—Ya entendí —le muestro el libro de finanzas de la última década—. Mira los egresos y los ingresos de este último año —él lee serio el libro mientras que devora su manzana.

—No sé qué quieras que vea, los números no son lo mío —levanta la mirada apenado.

—Mira los gastos militares —le muestro otro libro contable. Al leer lo que me refiero, él alza la cabeza alarmado—. ¿Cómo es posible esos gastos? Gastan más que nosotros cuando estábamos en la frontera.

—Exacto —me levanto y lo observo serio—. Esto es fraude, si llegamos al planeta y verificamos esto, el rey...

—El rey no haría mucho, contrataría a otro ingenuo para que haga un proceso de limpieza y este cometería actos de corrupción —Cedric se echa en su silla resignado—. Siempre ocurre lo mismo.

—Esta vez será diferente —paso adelante del escritorio—. Esta vez me voy a encargar de convertir ese inmundo planeta en algo realmente envidiable.

—Aprecio tu optimismo, pero ¿Estás consiente que te enfrentarás a personas corruptas, que no les importará una mierda tu vida o de que seas hijo de los dioses? Esas personas no les importas y te matarán si intervienes en sus asuntos —él habla feroz.

—Lo sé —me cruzo de brazos—. Pero igual forma alguien me matará, el rey, los gobernantes corruptos, mi hermana si pudiera. Sin embargo, no me importa, quiero demostrarles a todos que no soy un mocoso inmaduro que no puede con un miserable planeta.

—Entiendo tus razones de superación —él se levanta y se va a la ventana a observar el universo—. Sin embargo, no escucho un plan de acción.

—No confío en los libros porque no concuerda con lo visto del planeta —me rasco la cabeza—. No confío en los gobernantes corruptos del planeta. Solo confío en ti y en mí —me acerco a él—. Haremos algo parecido a la frontera.

—¿Le darás armas a tu señora? —él alza una ceja con desdén.

—No se da lo que no se tiene —hablo serio—. Reformaremos el ejército. Siempre es bueno mantener un ejército de nuestro lado.

—Es inteligente —es lo único que dice.

—Paulatinamente iré mejorando las infraestructuras gubernamentales —me aparto de Cedric y me voy a la litera que está al frente del escritorio. Intento dormir un rato, pero Cedric me levanta para volver a sentarme en la silla con cinturones porque atravesaremos otro portal.