Estrella: Mi Gloria, Mi Batalla.

26 5 0
                                    

Llegué hace tres meses al recinto que me había hablado la señora Laila durante el camino de regreso de El Páramo hasta el lado Norte del reino oscuro. Aún recuerdo a la perfección esa conversación en ese carruaje.

—Tendrás que encargarte de una parte de las labores de operaciones —empieza a hablar la señora Laila mirándome fijamente, su hija Tabitha está sentada a su lado leyendo un libro que desconozco—. Tales como el manejo de las tropas en las misiones, te pondré a prueba con los maestros del recinto. Si lo haces bien, te podrás quedar con el puesto con posibilidad de ascender; y si fracasas me encargaré de degradarte hasta limpia botas de tus compañeros ¿Está claro?

—Sí, mi señora —asiento enérgica. Fue duro el viaje, no por el camino más bien por el hecho que mi señora podía ver mi mente hasta el más recóndito recuerdo de mi infancia. No me podía concentrar en planear un plan lo suficientemente bueno sin que ella lo viera.

Cuando llegamos a su castillo, no perdimos tiempo y en esa misma caravana, sin la corte de la señora Laila, nos fuimos al oriente del reino oscuro. Mi señora viajó en su carruaje y yo me uní a mis compañeros a caballo.

—¿Cómo te fue? —pregunta Luke ya en su caballo y bastante avanzado el viaje.

—Como si tuviera los ovarios en la garganta, es aterradora —confieso aliviada de haberme quitado un peso de encima.

—Supuse por ser ya conocidas, sería más llevadero el viaje —él mira fijo el camino, aunque su voz es más relajada.

—Eso no quita que con un solo movimiento de su cuerpo pueda destruir el tuyo —comento con convicción.

Él me comenta que todos mis compañeros están bien con el viaje. Escuchar eso hizo que el camino fuese más llevadero y pude pensar mejor en un plan de acción. Aunque claro me hubiese gustado tener más información, saber cuántas tropas había, quienes dirigían el recinto. Solo tenía mi disposición de cumplir de manera satisfactoria las órdenes de mi señora.

Ahora me encuentro caminando a la sala de reuniones de los maestros del recinto. Llego a la sala donde solo se encuentra John sentado con la espalda recta a la silla.

—Siempre me he preguntado ¿Cómo haces para llegar tan rápido? —él me saluda sin levantarse de la silla. Me siento al frente de él.

—Lo dice la persona que llega de primero a las reuniones —me pego a la silla, pero sin la rigidez de mi compañero de trabajo. Lo conocí en cuanto mi señora me presentó a los capitanes, generales y maestros del recinto de la región de Caléndula. Él es el hijo del maestro de armas del recinto, él se encarga de administrar las armas que su padre fabrica.

—Tengo que llegar de primero ¿Qué clase de persona sería si no cumpliese con mis obligaciones? —él pregunta sarcástico. No me da tiempo de responder porque entran los maestros del recinto. El maestro de armas, la maestra de entrenamiento de los reclutas, el maestro de guerra y combate, y el líder del recinto.

—Qué bueno que se toman esto en serio —habla el maestro líder Henry Thorne. Los maestros toman asiento. John y yo estamos al final, y como siempre hablamos al final de la reunión, sobre todo tenemos un tiempo corto para dar nuestros reportes.

Al terminar la reunión, encamino mis pasos con el maestro de guerra y combate a su oficina no muy lejos de la sala de reuniones. Su oficina es modesta, un mapa en la pared del reino oscuro bastante a escala considerando el inmenso trozo de tierra que abarca el lado Norte. En la mesa larga y de madera perfectamente elaborada, se encuentra un tablero de la región de Caléndula.

—Necesito que distribuyan mejor los escuadrones de esta zona —señala el sur de la región—. No hay suficientes hombres para abarcar todo el sur. Habla con John para la entrega del armamento.

El Ascenso De Un Imperio [III libro de la saga Dioses Universales]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora