Tristan: El Miedo Es El Mejor Amigo De Un Rey.

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Al finalizar el trato con el arquitecto Maxwell y acordar de que su llegada será en los dos próximos años, debido a que tiene que finalizar algunos proyectos pendientes.

 Mi padre y yo al fin tenemos tiempo para hablar, después de tres días cada uno concentrado en lo suyo.

—Me alegra pasar este día contigo —él comenta alegre. Busca una jarra de vino y la coloca en la pequeña mesa de su oficina.

—¿En serio? —respondo con ironía. Él me lanza una mirada asesina—. Perdón, pero en serio no me gusta festejar este día.

—Lo sé —se lamenta—. Pero quiero cambiar eso sí me lo permites.

—De acuerdo —accedo recostándome en el mueble.

—Bebe un trago —él me extiende una copa de vino—. Creo que te debo un favor.

—Supongo que te fue bien con las sombras —le doy un sorbo al vino y me sorprende lo delicioso que está.

—Sí, fueron de ayuda —él se sienta al frente de mí, separa las piernas y se recuesta igual que yo en el mueble.

—¿Puedo preguntar qué hiciste con ellas? —inquiero curioso.

—No, es mejor dejar ese asunto privado —le da un sorbo a su copa—. Pero no quiero hablarte de eso. Vengo a decirte o mejor sea explicarte muchas cosas que me hubieran gustado enseñarte años atrás, pero por razones que tú y yo conocemos, me vi en la tarea de no hacerlo.

 Le doy otro sorbo a la copa expectante.

—Vi las mentes de tus ministros, de tu capitán, incluso la de los guardias que vinieron contigo —él me mira fijo—. Está más que decirte que no confíes en ninguno. Quiero empezar de que tienes un espía del rey Robert, es un guardia que se llama Tadeo; él le escribe todas las semanas a Robert sobre tus movimientos.

 Aprieto los puños enojado.

—No lo mates aún, no por enojo, sino porque el rey enviaría otro y no sabrías cual sería. También que levantaría sospechas de su muerte —él reflexiona un poco—. Espíalo tú, intercepta sus cartas y planea una traición de su parte o que muera de forma accidental. Lo importante es que se elimine por sí solo.

—Comprendo —me acabo el vino de un tirón—. ¿Y los otros?

—El señor Hunt tiene esperanza en ti —él me pide mi copa para rellenarla—. Cree que tú eres el que de una vez por todas le dará estabilidad al planeta. No tiene intenciones de hacerte daño y menos de conspirar en tu contra —me entrega mi copa y le doy un trago—. El señor March no confía en que seas lo que el planeta necesite, te considera blando y poco capacitado para afrontar los verdaderos problemas del planeta. Él espera el momento en el que falles para poder derrocarte, y así ser proclamado gobernador de Egil.

 Me hundo en el mueble.

—Si tuviera una moneda por cada persona que me consideraba un fracasado, tendría una fortuna que sobrepasaría la de mi tía Laila —él tuerce una sonrisa—. Yo también tuve mis enemigos, tuve personas que creí que eran leales, pero terminaron siendo todo lo contrario —suspira nostálgico—. Tuve buenas intenciones, quise ayudar a todos los que pudiera, intenté ser lo que las personas esperaban que fuese y aun así me traicionaban.

—¿Cómo saber si alguien es leal a mí si no puedo leerles la mente? —pregunto resignado.

—Primero, y eso me di cuenta después de bastantes batallas, es que las personas son leales a sus propios intereses y para darte un ejemplo, si yo quisiera crear una carretera para mi reino, un ministro o el que sea que me facilite el dinero o el material, va a ser porque esa persona necesita esa carretera para sí mismo —se inclina hacia delante—. Tú como gobernante tienes que descubrir cuáles son esos intereses y usarlos a tu favor.

 Asiento resignado a la idea de que no puedo agradarles a todos y ser moralmente correcto si quiero el poder.

—Y lo segundo, no tienes que leer la mente para hacer que las personas te teman o respeten —agrega tomándose su copa—. Tienes un gran y peligroso poder, y hasta que le dejes de temer, ese va a ser el día que te liberes de esas inseguridades que te atormentan.

—No quiero perderme en el proceso —confieso asustado.

—Perderse forma parte del proceso, va a pasar tiempo en que te vuelvas a encontrar, pero antes tienes que hacer que te respeten y eso se logra con miedo —él habla serio.

—El miedo es el mejor amigo de un rey —cito la frase de la espada que me habría regalado la señora Laila.

—Exacto —asiente mi padre—. Me gustaría ayudarte más si me lo permites.

 Acepto su propuesta. Seguimos hablando, él dijo que Cedric era confiable, pero que no le diera tanta confianza al contarle muchas cosas de mi vida. En pocas palabras, mantener mi distancia y decirle solo lo necesario.

 Mi padre organizó una cena por mi cumpleaños número veintitrés. Mis abuelos maternosasistieron, me alegró tanto de verlos; les costó un poco en reconocerme alprincipio, pero luego me abrazaron y me dijeron que estaban orgullosos de mí apesar de no tener una corona en la cabeza. La velada fue magnifica, me sentíquerido por primera vez en mucho tiempo. Mi padre se equivocó conmigo, pero yano siento rencor u odio; siento un poco de paz y la voy a mantener cueste loque cueste. 

 

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El Ascenso De Un Imperio [III libro de la saga Dioses Universales]Where stories live. Discover now