Miranda: Todo Un Parto.

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Los dragones son una parte fundamental de nosotros, son nuestros guardianes, son maestros de una increíble sabiduría. A pesar del inhóspito, frío y oscuro lugar, ellos nos acompañan. Sobre vuelan nuestro barco y descansan en la montaña más cercana hasta que nos ven llegar. Quise montar a mi guardiana, pero con este clima sería tentar a la muerte. La guardia de la reina nos recibe, ahora entiendo cuando Gunilda maldecía con las criaturas heladas de El Páramo.

 Nos escoltan en carruajes, habíamos llegado a un pueblo costero donde no es tan espectacular, para no decir miserable. Mi tío, Alistair y yo nos encontramos en uno de los carruajes; los tres estamos en silencio apreciando el paraíso invernal que hay afuera. El paisaje blanquecino contrasta bastante con el abrumante color de Solaria, reconozco algunas siluetas por las luces que desprenden las linternas.

—Sin duda, nunca más me vuelvo a quejar del calor de Solaria —declara Alistair tajante.

—Con cuerdo contigo hijo —mi tío apoya la moción de su hijo.

 Duramos cinco días hasta llegar a la tribu de los Sigurd, aunque de tribu no tenga nada; más bien es una ciudad que poco a poco va creciendo. Las personas observan hacia arriba por los dragones que hacen su exagerada, escandalosa y abrumadora llegada. Ellos son bestias hermosas, pero tan destructoras que pueden acabar con todo un reino si se lo proponen. Intento buscar el castillo donde vive Gunilda, pero no lo veo.

 Después me doy cuenta que el castillo queda en una colina un poco pronunciada y por eso es que no lo había visto. Mi tío se acomoda la ropa, mi primo se pone sus botas y yo me aliso el vestido y me acomodo el abrigo. Entramos por unas gruesas puertas de madera y observo que la reina se encuentra escoltada por sus guardias y por Arem junto a Gunilda. Me asombro al ver el estado avanzado de su embarazo; si mis cálculos no me fallan, ella debe estar dando a luz dentro del límite de las dos semanas.

 El carruaje se detiene y los tres nos miramos nerviosos, pero decididos a concretar nuestros proyectos. Abren las puertas del carro y mi tío se baja primero, le sigue mi primo y, por último, con ayuda de mi tío salgo del carro. El frío azota mi cuerpo de tal forma que intento caminar clavando mi calzado al suelo para no salir volando. Mi tío se acerca a la reina y la saluda. Mi primo y yo nos quedamos por detrás, pero igual nos inclinamos hacia su majestad. La reina le presenta al jefe de la ciudad o como yo mejor entiendo, el duque de estas tierras como de la mina.

—Es un honor por fin conocerlo señor Nieves —mi tío estira su mano y Arem la estrecha amistoso.

—Lo mismo digo señor Calore —él habla serio, pero sin mostrar apatía o descontento. Mi tío nos presenta, como también a su equipo de ingenieros y colegas de su empresa. El señor Arem nos guía al interior de la planta baja de su castillo, nos conduce hasta un salón de banquetes donde dos mesas largas se encuentran paralelas entre sí. La reina Luna, el señor Arem y su esposa, acompañados por algunos ministros y mi tío se sientan en la mesa horizontal al frente de las dos mesas verticales. Alistair y yo nos sentamos con los colegas de mi tío. El banquete empieza con una rica carne y sopa bien caliente. Me voy primero por la sopa, no le doy importancia que esté hirviendo; todo en Solaria se sirve así y ya nos acostumbramos. También somos criaturas de fuego, no todos, pero si algunos.

 El día transcurre tranquilo, nos recibieron con grandes banquetes y música. Gunilda se despidió de su esposo y se fue a descansar a su cuarto. Quise hablar con ella, pero no encontré una manera natural por cual hablarle sin levantar sospechas. Yo también me voy a la habitación que me asignaron. No es una habitación de cinco estrellas, pero tiene lo más importante; una hermosa chimenea la cual puedo encender por mí misma.

 Mi baúl se encuentra al pie de la cama y saco las cosas para darme un buen baño. El frío ha podido esconder el mal olor de mi cuerpo, pero no lo suficiente como para que no lo note. Me voy a una puerta y veo una tina de madera en el centro, al lado se encuentra un grifo. Me acerco al grifo y lo abro, suena extraño y sale el agua disparada. No me fío en poner gotas de perfume en el agua, porque no sé si pueda volver a usar el agua. No pudimos tomar agua en el viaje porque se había congelado, no quiero pasar por lo mismo con la tina.

El Ascenso De Un Imperio [III libro de la saga Dioses Universales]Where stories live. Discover now