Estrella: Un Viejo Enemigo.

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Desde que a mis amigos los emboscaron en esa redada, algo cambió en mí. No puedo perder a un solo hermano de la liga, cada uno es esencial para la hermandad. Me siento acorralada, pasé toda la noche pensando un buen plan de patrullas. La idea no es mandar un ejército entero a las zonas de alto riesgo. Tardé, pero terminé a una hora de sonar la campana matutina, la campana que les avisa a mis hermanos que es hora de levantarse para una nueva jornada de trabajo. Salgo de mi habitación treinta minutos después, dirigiendo mis pasos a la oficina a mi maestro. Este no tarda mucho en llegar.

—Supongo que tuviste una buena noche Godness —él comenta sarcástico. Supongo que esperó mi respuesta después de la cena como le había dicho.

—No fue agradable señor —confieso honesta. Le explico mi plan sobre la región sur—. No podemos enviar a media legión a la región, ya que no se busca una guerra, pero podemos mejorar el sistema de refuerzos. Colocar en cada patrullaje dos hombres de más y mejor equipados, para cuando se proceda a un arresto se pueda llegar más rápido y no se sufriría tantos daños.

—Entiendo tu punto Godness —él ve el mapa de Caléndula—. Sin embargo, no se erradicaría el problema.

—Es que no se puede erradicar un problema que tiene sus complejidades y mucho menos buscando soluciones imposibles —confieso honesta.

—Lo voy a meditar —él toma una figurilla del tablero—. Encárgate por los momentos del equipamiento de las tropas y hazle seguimiento, e investiga que les sucedió ayer a los hermanos que fueron emboscados. Quiero a esa escoria de delincuentes bajo custodia.

 Obedezco sus órdenes y salgo de su oficina. Me dirijo hacia el comedor un poco decepcionada. Al llegar al abarrotado comedor de miembros de la liga recién levantados como recién llegados de cualquier misión. Llego a la fila del bufé, agarro la charola y espero que la larga cola se agilice.

—¿Dormiste? —susurran detrás de mí. Me volteo y se encuentra John sonriente.

—Ni siquiera pude cerrar los ojos —confieso abatida, ya me está cobrando factura mi falta de sueño—. Necesito hablar contigo al salir de aquí.

—De acuerdo —él asiente tranquilo. La fila avanza a un ritmo un tanto rápido. Me encuentro fatigada y muerta del cansancio, quiero ir a mi cama y dormir todo el día. Sin embargo, la vida adulta está empezando a ser una pesadilla.

 Me sirvo un desayuno ligero, no necesito toneladas de comida; últimamente ya no me está dando tanta hambre como antes. Me voy a la mesa donde como con mis amigos, pero esta se encuentra vacía.

—¿Tus amigos seguirán en la enfermería? —pregunta John mientras que se sienta.

—Puede ser —también me siento, tengo a John y su plato de avena al frente de mí—. Necesito que me muestres las armas que usualmente se utilizan en los patrullajes.

—¿Para qué quieres eso? —el cuestiona intrigado, le da un sorbo a su crema de avena—. Las armas siempre se encuentran en constante mantenimiento y se cambian a menudo.

—Pregunto, porque se busca aumentar el uso de armas y quiero saber si es una buena idea —me inclino sobre la mesa para susurrarle—. Solo quiero saber si las armas están en óptimas condiciones.

—Lo están —él afirma seguro—. Te recuerdo que es mi padre el que las fabrica.

—Lo sé y no quiero faltarle el respeto —estoy consciente de la altísima reputación del padre de John—. Confío en tu palabra, pero de todos modos quiero asegurarme que no sea necesaria el incremento.

—Bien —exclama disgustado.

 Terminamos de desayunar en silencio. Yo no comí tanto, solo un tazón de caldo de la cena de ayer. John me conduce por el castillo hasta salir del mismo llevándome a una estructura enorme y alta. La sala de herrería y armamento es impresionante. Decenas de mesas largas colocadas en dos filas horizontales, donde se encuentra aprendices como maestros forjando cualquier tipo de armamento. Subimos por una escalera pegada a la pared derecha, en el piso de arriba se encuentran varios despachos de los maestros y por supuesto el padre de John, el señor Theodore Mactowers. John toca la puerta de su padre para ver si podemos entrar. Pero hay algo extraño, la puerta está abierta cosa que nunca pasa. John irrumpe en la oficina, el cual su padre está parado al lado de un cuerpo inmóvil.

El Ascenso De Un Imperio [III libro de la saga Dioses Universales]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora