Luna: Esperanza Para El Futuro.

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Sol empieza a venir más seguido en las noches. Nos unimos en mi cama como dos amantes desesperados, buscando el tacto del otro, rogando que ese momento de erotismo trascienda a algo romántico, rogando olvidarnos del mundo. Cuando estoy con él, siento que puedo conquistar lo que sea. Pruebo límites inexplorados por mí y me gusta la experiencia, me gusta sentir que está bien lo que está entre mis piernas.

—¿Quieres que te confiese un secreto? —él me acaricia mi brazo, estoy acostada en su cálido pecho dorado como su nombre.

—Sí, no me gusta leer la mente de las personas cuando las quiero —confieso. Usualmente no le leo la mente a mis padres por sus bloqueos, también al resto de mi familia. Solo puedo acceder a la mente de mi hermana, pero no lo hago.

—¿Me quieres? —él pregunta confuso. Lo miro a los ojos, él me mira crítico, pero no demuestra enojo alguno.

—Si no te quisieras, no estaríamos así —lo miro fijo. Afinco mi mano en la cama sin perder la vista. Él extiende su mano a mis pechos.

—Podrían ser tuyos para siempre si me quisieras — le mantengo la mano en mi seno.

—Yo no he dicho que no te quiera, al contrario. Me encantas y te quiero lo suficiente para soportar tu reino helado —él me acerca a su rostro y me besa apasionado—. Te quería decir que quiero que vengas a Solaria, quiero presentarte a mi consejo.

Me aparto de él asombrada.

—¿Que vaya a dónde? —pregunto aterrada. No pensé que irían las cosas tan rápido.

—Quiero que vengas a Solaria, sé que lo nuestro no lo sabe nadie y prefiero que sigue de ese modo. No quiero causar revuelo cuando apenas estamos aprendiendo a volar.

—¿Y entonces? —me siento en la cama. Sol se acerca y se sienta al frente de mí.

—Dijiste que querías socios comerciales, en Solaria hay por montones —él me toma de la mano—. Tienes minas de hierro y otros materiales preciosos. Necesitas donde poder venderlo a un costo que cause furor. Créeme en Solaria se paga bien por eso, no lo producimos y tenemos que pagarlo a un precio inalcanzable a otros reinos oscuros.

—Pero...

—Solo piénsalo, ven conmigo y te mostraré todo lo que tú quieras —él expresa animado—. Te mostraré a los empresarios, podrás entablar conversaciones. Sería algo beneficioso para ambos.

—Tengo que pensarlo bien, Sol. Si quieres, la próxima vez que vengas, trae contigo las propuestas de compra con sus respectivas y bastante detallados lineamientos —suavizo mis facciones—. Prometo leerlo y consultarlo con mi consejo.

—Me parece bien —él me atrae hacia sí mismo, me siento en su regazo—. Solo quiero que las cosas funcionen entre nosotros y que no nos afecte lo de afuera. Quiero que esta pequeña burbuja de cristal dure todo lo posible.

—Yo también quiero que esto funcione como está, no quiero que nada dañe estos momentos de paz y amor —le beso los labios y él se aferra a mí, mientras que me penetra.

Él después de un rato intenso de pasión, se devuelve a Solaria y yo me quedo viendo la chimenea mientras que mis ojos poco a poco se van cerrando. La mañana llega, aunque sea metafórico considerando que aquí casi nunca llega la claridad. Mis damas me levantan con cuidado, me dirigen al cuarto de baño y me desvisten. Me sumerjo en la helada agua y el ardor provoca una chispa de energía impresionante. Me alisto para otro día de agotable gestión.

Salgo de mi habitación impecable con los tonos fríos que me caracterizan. Tengo vestidos de múltiples colores y estampados, eso en gran parte se debe a mi madre que me trajo un increíble arsenal de telas bellísimas e incontables vestidos de diseñador. Me encantaba salir de compras con ella, podía llevarme todo lo que quisiera y no tendría que preocuparme por las inmensas facturas. Ahora sí soy un poco más comedida con mis gastos personales, no tengo la fortuna de mi padre respaldándome.

Me dirijo a desayunar con mis concejales, más que una comida agradable, será más un poco de preocupaciones por el bajo incremento de dinero que ingresan a las arcas. Y no me equivoco con mi predicción, el desayuno transcurre de dicha manera. Todos al darse cuenta que vender pieles y carne, no sería lo suficiente como para sacar a un reino bastante atrasado en casi todos los sentidos. Al terminar de desayunar cada uno se va a cumplir con sus obligaciones, me voy a mi estudio.

—Déjenme a solas —les ordeno a mis damas y guardia—. Excepto tú —señalo a Stephan.

—Supongo que tiene un plan que no quiso compartir en el acalorado desayuno —él se sienta en la silla delante de mi escritorio.

—Es bueno tu sarcasmo, pero en estos momentos no estoy para ellos —lo miro severa.

—Perdóneme, mi señora —él se disculpa honesto.

—Pero sí, tengo un plan. Sin embargo, quiero tu consejo a sí debería aceptarlo —él me mira fijamente sin perderse en mis palabras—. Sabes de las visitas del rey de Solaria.

—Su vida privada es su asunto, no mío —Stephan se recuesta en la silla de cuero.

—Y así se debe quedar —él asiente—. Él me está ofreciendo la compra casi en su totalidad de los minerales encontrados en la región de tu hermano. Y en vista que se necesita un ingreso urgente antes de cumplir los diez años estipulados por nuestra señora Laila. Creo que voy a aceptar, pero quiero saber si eso me va a traer problemas con los concejales y con tu hermano.

—Si va a traer problemas, estaría atacando con el orgullo de los concejales y parte del pueblo —Stephan suspira lento—. Sin embargo, estos años han demostrado que el orgullo no se come. Le aconsejo que lo haga siempre y cuando se asesore bien y que bajo ningún concepto ceda los derechos de la mina a nadie. Solo lo que produce y no todo.

—Tomaré tus palabras en cuenta — medito un poco—. Creo que tengo que reunirme con mi señora para solicitar el permiso y su debido consejo.

—No se apresure, consulte primero con su primo —él se mueve hacia adelante en su asiento—. Busque y analice bastante bien a los compradores. Investigue bien si son de fiar y luego de que haya realizado ese trabajo de campo, podrá presentarle la propuesta como es debido.

—Me parece bien lo que dices —me levanto y me acerco a la ventana de mi despacho. Las nubes tapan gran parte de la vista de mi reino—. Sin embargo, no tengo un grupo de hombres que hagan esa labor en Solaria, y no me quiero quedar solo con la palabra de Sol.

—Realice una visita de estado —él se levanta y se dirige hacia la pequeña mesa donde se encuentran unas botellas con licor adentro—. Yo recluto a cinco hombres conmigo y realizamos las labores que usted desea.

—Esa sería una opción, aunque tendría que inspeccionar la zona, y así tus hombres y tú me traerían la información que quiero —lo miro sonriente, en cambio él está serio como siempre—. Busca a tus mejores hombres, preferiblemente que les agrade el calor y que busquen la forma de teñirse el cabello, la idea es que pasen desapercibidos.

—Sí, mi señora —él deja el vaso vacío, realiza una reverencia y se retira. Yo me encargo de escribir una carta a Sol confesándole que quisiera visitar Solaria por lo que me dijo sobre las minas. Lista la carta, me acerco a la chimenea y realizo el mismo hechizo de invocación para enviarle la carta. La carta desaparece, pero no se convierte en cenizas, simplemente se esfuma.

Salgo de mi despacho a realizar mis labores con algo de preocupación, pero con esperanza para el futuro.

    Salgo de mi despacho a realizar mis labores con algo de preocupación, pero con esperanza para el futuro

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El Ascenso De Un Imperio [III libro de la saga Dioses Universales]Место, где живут истории. Откройте их для себя