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De vuelta en el Argo II, se reunieron en el comedor y pusieron al corriente al resto de la tripulación.

—No me gusta —dijo Jason—. Asclepio miraba a Leo de una forma…

—Bah, solo notó mi tristeza —Leo trató de sonreír—. Ya sabéis, me muero de ganas de ver a Calipso.

—Qué tierno —dijo Piper—. Pero no estoy segura de que se trate de eso.

Percy miraba el brillante frasco rojo colocado en mitad de la mesa con el entrecejo fruncido.

—Cualquiera de nosotros podría morir, ¿no? Tenemos que tener la poción a mano.

—Suponiendo que solo uno de nosotros muera —señaló Jason—. Solo hay una dosis.

Hazel, Règine y Frank miraron fijamente a Leo.
Él les lanzó una mirada de « Dejadlo ya» .
Los demás no veían la foto entera. « Bajo la tormenta o el fuego, el mundo debe caer» : Jason o Leo.

—Tenemos que dejar opciones abiertas —propuso Piper—. Tenemos que nombrar a un médico que lleve la poción: alguien que pueda reaccionar rápido y curar a quien muera.

—Buena idea, Reina de la Belleza —mintió Leo—. Yo te propongo a ti como candidata.

Piper parpadeó.

—Pero… Annabeth es más sabia. Hazel puede moverse más rápido montada en Arión. Frank puede transformarse en animales…

—Pero tú tienes corazón —Annabeth apretó la mano de su amiga—. Leo tiene razón. Cuando llegue el momento, sabrás qué hacer.

—Sí —convino Jason—. Tengo la sensación de que eres la mejor elección, Pipes. Estarás con nosotros hasta el final, pase lo que pase, con tormenta o fuego.

Leo cogió el frasco.

—¿Está todo el mundo de acuerdo?

Nadie se opuso, ni siquiera Règine.
Leo miró fijamente a Hazel… « Tú sabes lo que tiene que pasar» .

Sacó una gamuza de su cinturón portaherramientas y envolvió la cura del médico con gran ceremonia. A continuación ofreció el paquete a Piper.

—De acuerdo entonces —dijo—. Mañana por la mañana llegaremos a Atenas, peña. Preparaos para luchar contra gigantes.

—Sí… —murmuró Frank—. Sé que dormiré bien.

—Qué emoción por luchar contra gigantes. Hasta brinco de alegría. —dijo de manera sarcástica Règine, guardando la lima de uñas en el bolsillo de su short.











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En la madrugada, Règine no podía pegar ni un solo ojo el sueño huía cada vez que cerraba los ojos, tal vez era los retortijones en el estómago a causa de los nervios.

𝐋𝐄𝐀𝐕𝐈𝐍𝐆 𝐏𝐀𝐑𝐀𝐃𝐈𝐒𝐄, heroes of olympusWhere stories live. Discover now