⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀054.

1.3K 224 24
                                    

No quedaba nada de los gigantes, salvo montones de ceniza, unas cuantas lanzas y algunas rastas en llamas.

El Argo II seguía en lo alto a duras penas, amarrado a la parte superior del Partenón. La mitad de los remos del barco se habían roto o se habían enredado.

Salía humo de varias hendiduras grandes abiertas en el casco. Las velas estaban acribilladas a quemaduras.

Leo tenía casi tan mal aspecto como el barco. Estaba en medio del templo con los otros miembros de la tripulación, con la cara cubierta de hollín y la ropa quemada.

Los dioses se desplegaron formando un semicírculo cuando Zeus se acercó.
Ninguno parecía alegrarse especialmente de su victoria.

Apolo y Artemisa estaban juntos a la sombra de una columna, como si trataran de ocultarse. Hera y Poseidón estaban manteniendo una acalorada discusión con otra diosa con una túnica verde y dorada: tal vez Deméter. Niké intentó poner una corona de laurel dorada en la cabeza de Hécate, pero la diosa de la magia la apartó de un manotazo. Hermes se acercó sigilosamente a Atenea, intentando rodearla con un brazo. Atenea giró su égida, su escudo, en dirección a él, y Hermes se fue arrastrando los pies.
El único dios del Olimpo que parecía de buen humor era Ares. Se reía y fingía con gestos que destripaba a un enemigo mientras Frank escuchaba, con expresión educada pero incómoda.

—Hermanos —dijo Zeus—, nos hemos curado gracias al trabajo de estos semidioses. La Atenea Partenos, que una vez estuvo en este templo, se encuentra ya en el Campamento Mestizo. Ha unido a nuestros descendientes, y de ese modo ha unido también nuestra esencia.

—Señor Zeus, ¿está Reyna bien? —dijo Piper—. ¿Y Nico y el entrenador Hedge?

Zeus frunció sus cejas del color de las nubes.

—Han cumplido su misión. En este momento están vivos. Si están bien o no…

—Todavía hay trabajo que hacer —lo interrumpió la reina Hera. Extendió los brazos como si quisiera dar un abrazo de grupo—. Pero, héroes míos, habéis triunfado sobre los gigantes como yo sabía que triunfaríais. Mi plan ha funcionado perfectamente.

Zeus se volvió contra su esposa. Un trueno sacudió la Acrópolis.

—¡Hera, no oses atribuirte el mérito! ¡Has causado como mínimo tantos problemas como los que has resuelto!

La reina del cielo palideció.

—Esposo, sin duda ahora entiendes que era la única solución.

—¡Nunca hay una sola solución! —rugió Zeus—. Por eso hay tres Moiras, no una. ¿No es así?

Junto a las ruinas del trono del rey de los gigantes, las tres ancianas agacharon silenciosamente la cabeza en señal de reconocimiento. Règine se fijó en que los demás dioses no se acercaban a las Moiras y sus relucientes cachiporras de latón.

—Por favor, esposo —Hera intentó sonreír, pero estaba tan claramente asustada que a Règine casi le dio lástima—. Solo he hecho lo que…

—¡Silencio! —le espetó Zeus—. Has desobedecido mis órdenes. No obstante, reconozco que actuaste con intenciones honradas. El valor de estos ocho héroes ha demostrado que no estabas del todo desacertada.

Parecía que Hera iba a discutir, pero mantuvo la boca cerrada.

—Apolo, sin embargo… —Zeus miró furiosamente a las sombras donde estaban los mellizos—. Hijo mío, ven aquí.

Apolo avanzó muy lentamente como si estuviera paseando por una tabla encima de unos tiburones. Se parecía tanto a un semidiós adolescente que resultaba desconcertante: no aparentaba más de diecisiete años, vestido con vaqueros y una camiseta de manga corta del Campamento Mestizo, y armado con un arco al hombro y una espada en el cinturón. Con su cabello rubio despeinado y sus ojos azules, podría haber sido el hermano de Jason tanto en el lado mortal como en el lado divino.

𝐋𝐄𝐀𝐕𝐈𝐍𝐆 𝐏𝐀𝐑𝐀𝐃𝐈𝐒𝐄, heroes of olympusWhere stories live. Discover now