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Cécrope accedió a dejar a sus escoltas en la cubierta con Buford, la mesa, que les ordenó que se tumbasen e hicieran veinte flexiones. Los escoltas parecieron tomárselo como un desafío.

Mientras tanto, el rey de Atenas fue invitado a una reunión en el comedor para « conocerse mejor» .

-Siéntese, por favor -le ofreció Jason.

Cécrope arrugó la nariz.

-Los hombres serpiente no nos sentamos.

-Quédese de pie, por favor -dijo Leo.

Leo cortó la tarta y se metió un trozo en la boca antes de que Règine pudiera advertirle que podía estar envenenada, o no ser comestible por los mortales, o que simplemente podía estar mala.

-¡Caray! -sonrió-. Los hombres serpiente saben preparar tartas. Un pelín anaranjada y con un ligero sabor a miel. Necesita un vaso de leche.

-Los hombres serpiente no bebemos leche -dijo Cécrope-. Somos reptiles intolerantes a la lactosa.

-¡Yo también! -dijo Frank-. O sea, intolerante a la lactosa, no reptil.
Aunque a veces puedo ser reptil...

-En fin -lo interrumpió Hazel-, rey Cécrope, ¿qué le trae por aquí?
¿Cómo ha sabido que habíamos llegado?

-Yo sé todo lo que pasa en Atenas -dijo Cécrope-. Fui el fundador de la ciudad, su primer rey, nacido de la tierra. Yo soy quien resolvió la disputa entre Atenea y Poseidón, y el que eligió a Atenea como patrona de la ciudad.

-Sin rencores -murmuró Percy.

Annabeth le dio un codazo.

-He oído hablar de usted, Cécrope. Usted fue el primero que ofreció sacrificios a Atenea. Construyó su primer templo en la Acrópolis.

-Correcto -Cécrope parecía resentido, como si se arrepintiera de su decisión-. Mi pueblo fueron los atenienses originales: los gemini.

-¿Como el signo del zodiaco? -preguntó Percy-. Yo soy leo.

-No, tonto -dijo Leo-. Yo soy Leo. Tú eres Percy.

-¿Queréis hacer el favor de parar? -los regañó Hazel-. Creo que se refiere a gemini como sinónimo de dobles: mitad hombre, mitad serpiente. Así se llama a su pueblo. Él es un geminus, en singular.

-Sí... -Cécrope se apartó de Hazel como si le ofendiera de algún modo-.
Hace milenios los humanos con dos piernas nos empujaron a vivir bajo tierra, pero conozco los secretos de la ciudad mejor que nadie. He venido a avisaros. Si intentáis acercaros a la Acrópolis por la superficie, seréis liquidados.

Jason dejó de mordisquear su tarta.

-¿Por usted?

-Por los ejércitos de Porfirio -dijo el rey serpiente-. La Acrópolis está rodeada de grandes armas de asedio: onagros.

-¿Más onagros? -protestó Règine-. ¿Estaban de rebajas o qué? Si es así que también pongan de rebaja los bolsos.

-Los cíclopes -aventuró Hazel-. Se los están proporcionando a Octavio y a los gigantes.

Percy gruñó.

-Como si necesitáramos más pruebas de que Octavio se ha equivocado de bando.

-Ese no es el único peligro -advirtió Cécrope-. El aire está lleno de espíritus de la tormenta y grifos. Todos los caminos a la Acrópolis están patrullados por Nacidos de la Tierra.

Frank tambolireó la tapa del postre con los dedos.

-Entonces ¿qué debemos hacer, rendirnos sin más? Hemos llegado demasiado lejos para eso.

-Yo os ofrezco otra alternativa -dijo Cécrope-. Un pasaje subterráneo hasta la Acrópolis. Os ayudaré por Atenea y por los dioses.

-¿Dónde está la trampa? -preguntó Piper.

Cécrope centró aquellos inescrutables ojos oscuros en ella.

-Solo un pequeño grupo de semidioses, no más de cuatro, podría pasar inadvertido por los gigantes. De lo contrario, vuestro olor podría delataros. Pero nuestros pasajes subterráneos podrían llevaros directos a las ruinas de la Acrópolis. Una vez allí, podríais inutilizar sigilosamente las armas de asedio y dejar que el resto de vuestro equipo se acerque. Con suerte, podríais pillar a los gigantes por sorpresa. Podríais interrumpir su ceremonia.

-¿Ceremonia? -preguntó Leo-. Ah, ya... para despertar a Gaia.

-Ya ha comenzado -advirtió Cécrope-. ¿No notáis que la tierra tiembla?
Nosotros, los gemini, somos vuestra mejor opción.

Règine detectaba impaciencia en su voz, casi avidez.

Percy escrutó a los de la mesa.

-¿Alguna objeción?

-Unas cuantas -dijo Jason-. Estamos en la puerta de la casa del enemigo.
Nos está pidiendo que nos separemos. ¿No es así como mueren los personajes de las películas de terror?

-Además, Gaia quiere que lleguemos al Partenón -dijo Percy-. Quiere que nuestra sangre riegue las piedras y todas esas chorradas de psicópata. ¿No se lo pondríamos en bandeja?

Algo le decía a Règine que lo único que buscaba Cécrope era llevar a los semidioses a una trampa. La postura, el modo al hablar, la impaciencia por irse no era más que señales que los llevaría a su muerte para así dar el despertar de Gaia.

Règine estaba por decir algo cuando Piper empezó a cantar « Summertime».

Cécrope la miró fijamente, asombrado. Empezó a balancearse. Cuando terminó el primer verso. Durante cinco segundos nadie pronunció palabra.

-Pipes -dijo Jason-, no tenía ni idea.

-Ha sido precioso -convino Leo-. Tal vez no... tanto como cuando Calipso canta, pero...

Piper seguía atrayendo la mirada del rey serpiente.

-¿Cuáles son sus verdaderas intenciones?

-Engañaros -dijo el rey sumido en un trance, balanceándose todavía-.
Esperamos llevaros a los túneles y acabar con vosotros.

-¡Ja! Lo sabía. -no pudo contenerse a decir Règine.

-¿Por qué? -preguntó Piper.

-La Madre Tierra nos ha prometido grandes recompensas. Si derramamos vuestra sangre debajo del Partenón, su despertar se completará.

-Pero usted sirve a Atenea -repuso Piper-. Usted fundó su ciudad.

Cécrope emitió un susurro grave.

-Y a cambio, la diosa me abandonó. Atenea me sustituyó por un rey humano con dos piernas. Volvió locas a mis hijas. Se mataron despeñándose por los precipicios de la Acrópolis. Los atenienses originales, los gemini, fueron empujados a vivir bajo tierra y olvidados. Atenea, la diosa de la sabiduría, nos volvió la espalda, pero también se obtiene sabiduría de la tierra. Por encima de todo, somos hijos de Gaia. La Madre Tierra nos ha prometido un lugar bajo el sol del mundo superior.

-Gaia miente -dijo Piper-. Pretende destruir el mundo superior, no dárselo a nadie.

Cécrope enseñó los colmillos.

-¡Pues entonces no estaremos peor que bajo los traidores de los dioses!

Levantó su bastón, pero Piper la emprendió con otro verso de « Summertime» .

Los brazos del dios serpiente se quedaron sin fuerzas. Sus ojos se pusieron vidriosos.

Piper cantó varios versos más y entonces se arriesgó a hacer otra pregunta:

-Las defensas de los gigantes, el pasaje subterráneo hasta la Acrópolis... ¿cuánto de lo que nos ha contado es cierto?

-Todo -contestó Cécrope-. La Acrópolis está muy bien defendida, como he dicho. Cualquier acercamiento por encima de la superficie sería imposible.

𝐋𝐄𝐀𝐕𝐈𝐍𝐆 𝐏𝐀𝐑𝐀𝐃𝐈𝐒𝐄, heroes of olympusΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα