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Règine agarró firmemente su espada y se deslizó entre las piernas del gigante seguido de enterrarla en la nalga izquierda de este. Este aulló de dolor.

—Tendré que desinfectar la pobre espada en ácido después de esto —dijo la chica, se rió nerviosa al ver como el gigante se acercaba a ella más furioso que antes —. Ya estoy jodida, ¿cierto?

—Semidiosa despreciable. —gruñó el gigante.

—¡Despreciable su mamá!

Règine sacó su arco y cuando estuvo por disparar la flecha, el gigante la agarró desde el arco y la estrelló contra un árbol.

Comenzó a ver borroso y su sentido auditivo a fallar, su cuerpo se negaba a levantarse. El aire salió de sus pulmones a lo que tosió por falta de este. Escuchó los pasos del gigante aproximarse a ella a toda prisa al igual que su risa de victoria y satisfacción al ver que sería su merienda.

Tanaka se arrastró hacia su flecha más próxima y estuvo dispuesta a defenderse con eso, no sería una cena fácil y menos sabiendo que el chico que ama le correspondía.

—¡Hey! —el gigante volteó y una espada brillante le rasguñó la pierna y el abdomen.

El gigante intentó aplastarlo con un árbol pero Percy fue más rápido y se agachó a tiempo, Règine aprovechó la distracción y mató al gigante apuntándole con su arco en la cabeza. El gigante se convirtió en polvillo dorado apestoso.

—¿Estás bien, my lady? —preguntó Percy ayudándola a levantarse.

—Suenas como Chat Noir. —rió la chica aceptando el carcaj por parte del chico quién también lo recogió del suelo.

—¿Quién es ese? —preguntó confundido.

—¿Nunca viste Miraculous? —negó con la cabeza—. Olvídalo, después te explico, ahora hay que centrarnos en salvar al campamento y dormir a Gaia.

Ambos chicos corrieron hacia donde se encontraban el resto del campamento.

—¡Griegos! —chilló Percy—. ¡Vamos a… ejem… dar caña!

Los campistas gritaron como locos y atacaron.

La tierra se onduló bajo sus pies como si el Campamento Mestizo se hubiera convertido en un gigantesco colchón de agua. Los semidioses se cayeron. Los ogros resbalaron. Los centauros embistieron de bruces contra la hierba.

DESPIERTA, tronó una voz a su alrededor.

—¡Mentira! ¡Duérmete! —chilló Règine intentando usar su embrujahabla mientras ayudaba a liberar de la tierra a su hermano Sebastián, con ayuda de Stella.

La tierra pareció relajarse y regresando a la normalidad pero no lo suficiente para liberar a los caídos en tierra movedizas.

A cien metros de distancia, en la cumbre de la siguiente colina, la hierba y la tierra se elevaron arremolinándose como la punta de un enorme taladro. La columna de tierra se hizo más densa hasta transformarse en la figura de una mujer de seis metros de altura: su vestido estaba tejido con briznas de hierba, su piel era blanca como el cuarzo, y su cabello, castaño y enredado como raíces de árbol.

—Pequeños insensatos —Gaia, la Madre Tierra, abrió sus ojos de color verde puro—. La insignificante magia de vuestra estatua no puede contenerme.

Cuando lo dijo, Règine comprendió por qué Gaia no había aparecido hasta ese momento. La Atenea Partenos había estado protegiendo a los semidioses, reteniendo la ira de la tierra, pero incluso el poder de Atenea era limitado contra una diosa primordial.
Un miedo palpable como un frente frío invadió al ejército de semidioses.

𝐋𝐄𝐀𝐕𝐈𝐍𝐆 𝐏𝐀𝐑𝐀𝐃𝐈𝐒𝐄, heroes of olympusWhere stories live. Discover now