Introducción

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Creo, de verdad, que todo el mundo tenemos lo llamado zona de confort; ese lugar o momento en el que sientes que nada ni nadie puede hacer herida. Así me siento yo cuando los primeros acordes empiezan a sonar o cuando mis dedos rasgan las cuerdas de la guitarra. No importa quien me hable, quien me mire o quien se pasee por detrás de mí cuando rayo el folio para conseguir sacar algo de lo que está en mi cabeza.

A fin de cuentas, he tenido que aprender a concentrarme incluso cuando los obreros están haciendo ruido en la habitación de al lado porque si yo no escribiese las canciones, no tendríamos discos. No lo digo porque todos los demás compongan mal, sino porque directamente, no lo hacen. Están seguros de que no saben, pero creo que, si se pusieran, les saldría algo. O melodías, o letras o cualquier otra cosa por mínima que fuese.

Ahora estoy aquí, ignorando como Brett y Jackson discuten por quinta vez en el día. Brett dice que Jackson le ha escondido el bajo, mientras que Jackson jura que no lo ha tocado. No es una pelea que se dé pocas veces. De hecho, es la más famosa por excelencia. Siempre pasa lo mismo. Discuten, se descubre la verdad, fingen que nada ha pasado y vuelven a ser mejores amigos. Mientras que Holly y yo aguantamos sus idioteces de quince años. A pesar de todo eso, somos muy buenos amigos.

Holly y yo nos conocimos cuando empezamos el instituto. Desde ahí, nos hicimos muy amigas y empezamos a tocar y cantar juntas por puro aburrimiento. Había veces que quedábamos para estudiar y no éramos capaces ni de abrir el libro porque la música sonaba durante toda la tarde. Holly fue la persona por la que empecé a replantearme la música como algo serio y no como un hobby. Gracias a ella, a día de hoy, estoy tocando en una banda con dos discos en el mercado y con conciertos prácticamente todas las semanas. Por suerte, pude independizarme rápido y dejar Los Ángeles para poder venirme con ella a Noruega.

Llegamos aquí en cuanto conseguimos algo de dinero cantando en eventos y conocimos a Brett y a Jackson en una parada de metro. Me acuerdo de verlos a cada uno en una esquina con sus guitarras, mientras se miraban con el ceño fruncido. No se llevaban bien, porque para qué engañarnos, estaban compitiendo. Tocar en la calle de por sí ya es difícil, imagínate hacerlo con alguien que ni siquiera conoces.

Holly y yo nos volvimos locas y los convencimos para ponernos los cuatro en el centro y montar un pequeño espectáculo. Y, por difícil que se viese, nos fue bien. La gente nos miraba, nos dejaba dinero e incluso nos grababa para subirlo a redes sociales. Lo hicimos más de una vez. Jackson y Brett empezaron a verse como compañeros de música y no como competidores. Ahí conocieron que la música no es una competición, como siempre nos han intentado inculcar a muchos de nosotros. Después de algunos meses, seguimos viéndonos y empezamos a crear, hasta que conseguimos sacar algo en YouTube, no tuvo mucha repercusión, pero para ser completos desconocidos, llegamos a bastante gente. Desde ahí, nos cruzamos con una discográfica que quiso trabajar con nosotros.

—¡Sois unos pesados!

El grito de Holly me vuelve a traer de vuelta a la realidad. Siempre suele ser ella la que se encarga de gritar y de tratarlos como si fuesen sus hijos, mientras que yo me dedico a rodar los ojos y bufar. Me ponen de los nervios, ¿vale?

Me levanto del asiento y me doy la vuelta hacia ellos, que se callan en cuanto me ven y bajan la cabeza. Holly sonríe en silencio y los mira, divertida.

—Me voy a escribir a la habitación —anuncio—. Hacedme un favor y dejar de gritar un rato, que sois como dos críos y yo aguanto hasta cierto punto. Y tú, Holly, deberías mirar las notas de la última canción que escribimos.

—¡Pues dile a Jackson que me devuelva el bajo y me callo!

—Quinta vez que te lo digo, Brett. ¡No tengo tu bajo! ¡Tú sabrás donde narices lo has dejado!

—¡Ayer estaba aquí!

Se vuelven a embarcar en una pelea que tiene pinta de no acabar en mucho tiempo. Ruedo los ojos y me alejo con la libreta y el móvil en una mano, y la guitarra en otra.

—Chicos —escucho a decir a Holly antes de entrar en mi habitación. Me quedo en la puerta esperando que diga algo. Su cara se ha vuelto pálida y sus ojos no se mueven de la pantalla. Mientras, Brett y Jackson se miran, frunciendo el ceño gritándose un montón de estupideces—. Chicos, creo que deberíais ver esto. ¡Chicos!

Grita cuando ve que ninguno se calla. Los dos paran en el acto y la miran, preocupados. Me acerco a ellos y espero que diga algo. Parece que las palabras no le salen y solo puede mirar lo que hay en su móvil. Chasqueo los dedos delante de ella y espero que me dé una respuesta.

Los tres nos miramos y Jackson se acerca a ella, llamando su atención y después de unos segundos, nos mira.

—¿Habéis leído el grupo? —los tres negamos—. Creo que... creo que deberíais leerlo. Collins, no tienes por qué preocuparte, seguro que hay algún fallo. Solamente tenemos que asegurarnos de que todo ha sido un error y en cinco minutos todo estará bien. No merece la pena...

Dejo de escucharla cuando leo el mensaje de Lisa en el grupo. Abro los ojos de par en par y me mantengo con la mirada fija en la pantalla. Esto no puede estar pasando. Tiene que ser una broma. Debe de ser un error. Cojo aire tan fuerte, que incluso me mareo un poco. Intento mantener la calma, pero de verdad, no puedo. Estoy cabreada y enfadada. Me doy cuenta de que estoy apretando el móvil demasiado fuerte cuando me veo los nudillos completamente blancos.

Vuelvo al comedor cuando escucho a Jackson hablar:

—¿Qué mierda es esto?

—Pues lo que pone ahí —le señala Brett.

—Y una mierda.

Holly se acerca a mí, pero no soy capaz de articular palabra. O más bien no soy capaz de hablar con calma, porque todo lo que me aparece por la boca son insultos y por mucho que me gustaría despotricar, no lo hago, porque no me parece que sea lo mejor en esta situación.

—Tenemos que hablar con Lisa. Luego veremos que hacemos, ¿vale? —Intenta calmarnos Holly.

—Nos han plagiado la canción —admito en voz alta, intentando creerme lo que acaba de pasar. 

 

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Una canción robadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora