CAPÍTULO 27 | HUNDIRSE

29 4 2
                                    

No sé qué hora es cuando alguien susurra mi nombre. Tengo un dolor horrible de cuello, así que me incorporo como puedo y recuerdo todo cuando veo las máquinas de hospital.

La pelea de Matthew en el bar se hace presente en mi cabeza y tengo que girarme de golpe, confirmando que sigue ahí. De hecho, es él quien me está susurrando.

—Buenos días, cariño.

—¿¡Buenos días, cariño!? ¿Tú eres idiota, Matthew? —pregunto incorporándome de golpe, rascándome los ojos.

—No grites —susurra, colocándose las manos en la cabeza y después abre y cierra la boca con dolor—. ¿Por qué estoy en el hospital y por qué estás tú conmigo?

Claro. No se acuerda.

Resoplo y me levanto de la silla, pensando en Axel.

—Porque te metiste a un puto bar a las cuatro de la tarde y seguías allí a las tres de la mañana. No eras consciente ni de lo que decías. Joder, ¿tú sabes cómo tienen que estar Axel y Leo?

Rueda los ojos y se apoya en el respaldo, cerrándolos con fuerza.

—Voy a llamarlos y a decirles que estás aquí.

No se opone a nada, así que no me quedo más tiempo ahí. Salgo de la habitación y me siento en una de las sillas. Me dejo caer sobre la pared y marco el número de Axel, con la mano temblándome demasiado.

—¿Daila? ¿Está todo bien? —dice cuando descuelga.

No entiendo su voz de preocupación hasta que no doy de frente con el reloj que tengo enfrente. Son las putas siete de la mañana.

Mierda.

—No sabía que era tan temprano. —Me masajeo la sien con la mano que tengo libre.

Voy a volverme loca.

—¿Estás bien?

—Estoy en el hospital —suelto de golpe, pero me aseguro de explicarme lo más rápido que puedo antes de que su cabeza vaya a mil por hora—. ¡Estoy bien! Estoy con Matthew, creo que deberías venir con Leo.

Lo escucho trajinar y el nombre de Leo resuena varias veces, por lo que imagino que estará despertándolo.

—Él ahora está bien, así que no corráis con el coche, por favor.

—Daila, ¿qué coño ha pasado? —Su desesperación está latente. Tengo que cerrar los ojos con fuerza porque voy a derrumbarme de un momento a otro.

—Anoche... anoche lo encontré borracho.

—¡Pero si estaba sobrio, joder!

Me cuelga sin decir ni una sola palabra más. Respondo los mensajes del grupo de Sternbilder, diciéndoles que estamos bien y espero sentada hasta que, de un momento a otro, escucho a Axel gritando mi nombre. No tengo fuerzas para levantarme de la silla, pero él se acerca a mí corriendo.

—¿Estás bien? —pregunta y asiento como puedo—. Leo, entra tú. Dame un minuto.

—Hola, Collins —sonríe, aunque el movimiento no le llega a los ojos. Le devuelvo la sonrisa con un movimiento de cabeza.

Leo entra a la habitación que señalo y Axel se agacha delante de mí, apoyando sus manos en mis rodillas. Busca mi mirada y cuando la encuentra, sonríe levemente, como si quisiese transmitirme paz.

—¿Estás bien? —vuelve a preguntar.

—Siento no habértelo dicho antes, Axel. —Cierro los ojos y vuelvo a abrirlos cuando me recompongo para hablarle—. No quería que lo vierais así.

Una canción robadaWhere stories live. Discover now