CAPÍTULO 28 | CITA

34 4 1
                                    

Axel

Daila sale de la habitación de Matthew sin una mueca de sentimiento en el rostro. Está cansada y se nota que ha pasado la noche entera durmiendo en una silla horrible de hospital. Leo y yo nos acercamos a ella y nos sonríe mínimamente.

—Dadle algo de tiempo —susurra, echando la cabeza hacia atrás.

—¿Y si no tiene tiempo?

A Daila no le da tiempo a responder porque una enfermera llega a nuestro lado, llamando la atención de Collins, porque supongo que sabe que fue ella quien estuvo aquí anoche.

—Debéis esperar aquí fuera un momento. En un rato podréis pasar.

Asentimos y cierra la puerta detrás de ella. Los tres nos miramos, pero Daila es la única que no tiene cara de susto.

—¿Qué le está diciendo? —pregunta Leo, nervioso.

Alzo los hombros y niego, dándole a entender que, aunque me encantaría darle una respuesta, yo no tengo ni puta idea.

—Le estará explicando lo que debe hacer ahora —susurra. Frunzo el ceño y se apresura a explicarnos a que se refiere—. La enfermera le propondrá una serie de sitios y métodos para ayudarle a que deje de beber.

—¿Sitios de apoyo? —pregunto.

Daila asiente.

—Algo así.

Suelto el aire contenido y me giro hacia Leo, al que no tardo en abrazar con fuerza. Estamos juntos en esto. Estamos con Matthew y no vamos a rendirnos ahora. No queremos rendirnos ahora.

—Collins —la llama Leo cuando nos separamos—, gracias por lo que has hecho esta noche. No tenías ningún motivo y llevas aquí desde las tres de la madrugada. Gracias.

—No me las des, Leo. Es lo mínimo que puedo hacer.

—Siempre viene bien darlas —sonríe—. Voy a ver como está.

—Ahora te alcanzo.

Leo entra a la habitación cuando la enfermera sale y Daila vuelve a sentarse en la silla. La sigo colocándome a su lado.

He dicho cosas que quería decirle. Lo he pensado más de una vez porque no quería que saliese corriendo, porque no somos nada, no nos debemos nada; pero cuando la he mirado con esa sonrisa diminuta, me he sentido en casa. Siempre me siento en casa cuando estoy a su alrededor, porque tiene esa magia de hacerlo todo más bonito, aunque sea el silencio. Ella me ha enseñado a quererlo un poco más.

—¿Qué vas a hacer ahora? —pregunta, sin mirarme.

—¿Con qué cosa?

—Con Matthew, con Dagbisen... Con todo lo que está pasando en tu vida.

Alzo los hombros y miro al mismo sitio donde está mirando ella, ocultando una sonrisa.

—El lunes empezaré a trabajar y si Matthew me necesita, vive en mi casa, por lo tanto, no habrá ningún problema con eso.

Llamo su atención con mi respuesta, porque posa la mirada sobre mí de golpe.

—¿Qué pasa? —pregunto haciéndome el sorprendido con su reacción.

—¿¡Has aceptado!?

Intento hacerme el duro, pero me es totalmente imposible.

—Sí —confirmo con una sonrisa que se prolonga más cuando se lanza prácticamente a mi cuello.

—¿¡Por qué no me lo has dicho!?

—¡Porque no he tenido tiempo!

Asiente conforme con mi razonamiento y da un casto beso sobre mis labios, haciéndome sonreír de nuevo.

Una canción robadaWhere stories live. Discover now