CAPÍTULO 9 | BERGEN

37 4 1
                                    

Mini maratón 1/2

Axel

—¿Le has dicho que sí? —pregunta Leo a mi lado. Ruedo los ojos y suspiro en voz alta.

Le he contado la propuesta de Daila y se ha vuelto loco, casi rogándome que vaya. Según él, necesito un descanso, pero por mucho que le repito que voy para trabajar, no quiere hacerme caso.

—No le he dicho nada todavía. No sé como vamos a hacerlo con Lisa.

—¿Y Lisa es...?

—Su mánager. O algo así —digo, pensativo. Lo cierto es que no tengo ni idea de que función tiene ella en la carrera de Sternbilder, pero sé que está metida hasta el fondo en esto. —Quiero ir, claro que quiero, pero no sabemos como ocultarme.

Leo se sienta directamente en el sofá con las piernas cruzadas y se queda mirando un punto fijo.

Ambos nos giramos cuando escuchamos la puerta de mi casa abrirse. Y la única persona que tiene llaves, aparte de mí y de Leo es Matthew. Aprieto mis puños y me doy cuenta de esto cuando los abro al fijarme en que, por primera vez en mucho tiempo, está sobrio.

Lleva las manos en los bolsillos y la blusa de manga corta muestra algunos moratones en sus brazos. El pelo lo tiene todo revuelto y otra pequeña mancha de color morado se asoma por su ojo derecho. Es casi imperceptible.

Ninguno de los tres dice nada. Solo nos mantenemos mirándonos entre nosotros por unos segundos. Es Matthew quien decide romper el silencio cuando se da cuenta que ninguno va a hablar primero.

—Hola. —Es todo lo que dice, antes de acercarse a nosotros.

—Hola —responde Leo—. ¿Estás bien?

Mat asiente, pero su rostro no dice lo mismo.

Quiero salir corriendo de mi propia casa, porque algo dentro de mí sabe que esto va a traer una discusión en la que él y yo terminaremos gritándonos y Leo suplicando que paremos, pero, aun así, me quedo, preocupándome por él.

—¿Qué te ha pasado ahí? —Señalo su ojo lo más tranquilo que puedo. Una sonrisa triste aparece en su rostro y solo con eso, sé que algo grave ha pasado.

No es la primera vez que se mete en una pelea, pero nunca había venido con un solo rasguño. En cambio, hoy aparece lleno de heridas por todo el cuerpo. Leo y yo nos miramos, esperando que sea Matthew quien arranque a hablar.

—He ido a por el más grande de todos —suelta una risotada—. Imagino que alguna vez tenía que pasar.

No me lo puedo creer. Una vez más, consigue sorprenderme.

Lo ha buscado él solo.

—¿Estás borracho?

—Creo que cuando ha empezado la pelea sí —admite—. Después, simplemente sentía que la borrachera se había esfumado.

—Eso no funciona así —ataco, más borde de lo normal.

Leo me mira rodando los ojos y yo hago lo mismo.

Siempre hemos tenido ese problema. Para mí, Leo es mi mejor amigo y creo que al revés también, pero cuando llega Matthew, Leo se olvida de todo lo que es nuestro. Prefiere cuidarlo a él, protegerlo y ponerlo en una caja de cristal para que nadie lo destruya. Lo que no sabe es que, aunque yo no beba cada noche y me meta en peleas, también necesito que me cuiden y protejan. Yo lo hago con Leo cada día, pero cuando Matthew entra en esta casa, es como si Leo se olvidase de que yo también tengo que librar mis propias guerras.

Una canción robadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora