CAPÍTULO 18 | PERDER

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Axel

Llevo una semana entera sin saber nada de Daila. Desde mi cumpleaños he intentado contactar con ella de todas las maneras posibles. Me he presentado incluso en la puerta de su casa cuando al día siguiente nadie sabía nada de ella, pero no abrió. Simplemente desapareció de la nada.

Le mandé audios, mensajes... La llamé mil veces por teléfono, pero no lo cogió ninguna de ellas.

Dejé de insistir tanto y estuve dándole el espacio que ella necesitase, pero una semana después sigo sin saber que ocurrió para que saliese corriendo del recinto.

—¿Estás bien? —pregunta Matthew acercándome un café.

Niego y espero que se siente a mi lado. No lo he vuelto a ver borracho desde que salió del hospital, pero no se ha prohibido vaciar las cervezas de mi frigorífico.

—Estoy preocupado por ella.

—Estará bien. Es Collins.

Deja de mirarme, agacha la mirada y finge hacer otra cosa. Frunzo el ceño, confuso, porque él también desapareció durante unos segundos de la habitación y cuando volvió, Daila no lo hizo. Se esfumó sin más.

Es como si todo en mi cabeza cobrase sentido.

—¿Qué sabes? —pregunto, pillándolo por sorpresa. Me mira totalmente dudoso—. Tú la viste, ¿no?

Se levanta del sofá y lo sigo hasta que se sienta en una de las sillas de la cocina.

Me estoy poniendo nervioso.

—Sí —admite—. La vi.

No puedo creérmelo.

Dejo la taza de café sobre la mesa y me rasco la nuca.

Escucho la puerta de casa cerrarse y Leo se acerca hacia nosotros, prestando especial atención a Matthew. Deja las bolsas sobre la encimera y se coloca a mi lado.

—Me has visto una semana entera volviéndome loco por ella y no has sido capaz de decirme que tú sí sabes lo que pasó.

Ignoro a Leo y le ruego a Mat que me explique qué está pasando. Sigue sin alzar la cabeza cuando habla.

—No sé porque no te lo he dicho.

—Mat, no se trata de eso, joder. Estuvo contigo, se despidió de ti, ¿no? —asiente—. ¿Qué te dijo? ¿Por qué se fue así?

—No lo sé, ¿vale? —Restriega sus manos con estrés y alza la mirada hasta posarla sobre mí—. Cuando salí y la vi, su cara estaba pálida, me dijo que se encontraba mal y...

—No nos dijiste eso —le recrimino.

—¿Axel, puedes escucharme por una vez en tu vida? —su voz se desgarra. Asiento, porque necesito una explicación y si sigo hablando lo único que voy a obtener va a ser una discusión entre nosotros—. Me dijo que os dijera eso, pero sé que no era un motivo. Vio algo en la pantalla de su móvil y por eso se fue.

Frunzo el ceño sin entender nada.

Estaba bien, se estaba divirtiendo, se reía a cada minuto y de la nada se esfuma, sin avisar. Sin avisarme. Se aleja de todos y desaparece. La preocupación que ya tenía aumenta por segundos.

—¿Por qué no me lo dijiste? —le pregunto en un susurro.

Aunque me duela que no me haya dicho nada, no puedo recriminárselo. Quizá pensó que lo mejor era hacer lo que ella le pidió.

Leo busca la mirada de Matthew y le sonríe, con calma. Sé que pretende poner paz antes de la tormenta, así que agradezco cuando sus ojos se detienen sobre mí. Leo suele ser el que calma las cosas entre los tres. A veces no lo consigue, porque uno de nosotros dos no quiere escucharlo, pero la mayoría de las peleas se han evitado gracias a él.

Una canción robadaWhere stories live. Discover now