CAPÍTULO 32 | DEJARSE LLEVAR

37 3 0
                                    

Axel

Sigo repitiendo la conversación con Daila en mi cabeza una y otra vez, mientras suena el disco de Sternbilder en mi reproductor del coche.

Me acobardé y cuando quise darme cuenta ella ya estaba corriendo hacia la calle. No fui capaz de decirle que no quería que se arrepintiese de hacerlo. No fui capaz de suplicarle que lo intentásemos, que podíamos hacerlo.

Me asusté porque serían cuatro meses que no podría compartir con Daila.

Cuatro meses en los que iba a echar de menos absolutamente todo lo que se relacionaba con ella. Cuando llegué a casa y le conté lo ocurrido a Leo y Matthew el mundo se me cayó a los pies. Fui consciente de que no había tomado una buena decisión y que, si no lo cambiaba, iba a arrepentirme durante mucho mucho tiempo, pero mi cabeza solo podía pensar en que pasaría si ella se arrepentía de estar conmigo. No podía atarla a mí, porque, aunque ella me había dicho que el amor no ata, no quería que estuviese por el mundo pensando en nosotros.

No quería ser egoísta.

Han pasado dos días concretamente y ahora estoy recorriéndome Oslo en busca de bares en los que puede estar. Holly me ha repetido mil veces que, o soluciono lo que sea que pase entre nosotros o no me deja acercarme a Daila nunca más. No voy a negar que sonreí cuando la vi venir tan decisiva a mí, mientras me soltaba un montón de retahílas para que dejase de molestarla.

No puedo perderla.

Y si para ello tengo que estar cuatro meses sin saber si va a volver, lo estaré.

Lo estaré porque no quiero alejarme de ella, no quiero dejar de besarla cuando la tengo cerca y no quiero quedarme en un rincón escuchando como su nombre es cantado por la gente. Quiero estar gritando su nombre al lado de todos los demás y quiero esperarla en mi casa cuando venga de algún concierto por la zona.

Apago el motor del coche cuando llego al bar y respiro profundamente antes de salir. No hace frío, pero ya empieza a notarse el frescor del otoño, así que me subo la cremallera de la chaqueta hasta arriba y entro en el bar, esquivando a algunas personas.

La música está muy alta y el ambiente es extremadamente calmado. Hay más gente sentada que bailando, así que en cuanto pongo mi mirada sobre la pista, la veo. La veo con el ceño fruncido hacia Holly, que intenta moverla de un sitio a otro, aunque está más ocupada dándole atención a Darío.

Sonrío al ver la escena y empiezo a caminar hacia allí, sin pensar en lo que hago.

—Te la robo un momento —le digo a Holly cuando llego, dándole la mano a Daila. No le doy tiempo a responder.

Al principio me mira confusa y durante unos segundos sigue haciéndolo, pero después rueda los ojos y sé que ya está centrada en mí.

Seguimos con las manos entrelazadas hasta que me detengo en una esquina de la pista, pero sin salir de ella.

—¿Qué haces aquí, Axel? —pregunta.

Suelta mi mano y sube sus brazos perezosamente hasta que están alrededor de mi cuello. No tardo mucho más en colocar mis manos alrededor de su cintura, dejándome llevar por su tacto.

Me sorprende que haya sido la primera en dar el paso.

La canción que suena no tiene nada que ver con nuestros movimientos. Mientras la gente salta de un lado a otro de la pista, gritando la letra, nosotros nos mantenemos balanceándonos de un lado a otro con tranquilidad y sin prisa.

—Pedirte perdón —respondo, por fin.

—Pides mucho perdón —susurra.

—Porque meto mucho la pata —admito, mirándole a los ojos—. No quiero quedarme con la duda de que hubiese pasado si lo hubiésemos intentado.

Una canción robadaWhere stories live. Discover now