CAPÍTULO 24

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Sonidos de aves como búhos y otros animales nocturnos, aparte del sonido de hojas moviéndose seguramente alguna serpiente o cualquier otro animal rastrero, mis pies hacer contacto con el frío asfalto de aquella carretera, mis heridas arden, las piernas me flaquean, sin mencionar el frío, la sed y el hambre.

Lo único que puede estar motivándome para seguir luchando ahora es la fuerza de voluntad de no rendirme después de haber llegado tan lejos, y el hecho de tener un rumbo fijo y no tirado a la suerte completamente, porque aun no sé qué me depara al final de esta carretera.

A unos pocos kilómetros logro ver unas cuantas luces y aun no estoy muerta así que debo estar cerca, y efectivamente puede ver el pueblo, apresure tanto el paso como pude hasta llegar a estar más cerca, necesitaba comer y descansar y para eso necesito dinero, no pienso robarle a esta gente, así que me dirijo por las sombras de los callejones, y llego a una tienda de armas, aún tengo el franco tirador y las pistolas pequeñas, quizás me puedan dar algo por ellas.

Entro a la tienda y está muy bien equipada, tienen toda la artillería para una guerra, además de un lindo fondo con paredes de madera pintadas con barniz, queda bien contrastando que están cerca de un bosque en sí, en mi recorrido visual por el lugar aparece detrás del mostrador un hombre con camisa verde oscuro abotonada, con barba frondosa ya pintadas por las canas, a pesar de eso se ve agradable, aun así sin bajar la guardia me acerco a él para preguntarle por las armas que tengo.

‒ Buenas noches señorita, ¿en qué puedo servirle?

‒ Buenas noches, muy amable, quisiera preguntar cuánto me puede dar por estas armas‒le muestro el franco tirador y un sola de las pistolas pequeñas, no puedo quedarme desarmada.

‒ Se ve que están el buen estado, te puedo dar ****$ por ambas, considerando que la única arma que tiene municiones es la calibre 38‒con eso saco de más la recargar de ambas armas que tome de precaución, que tuve que utilizar hace unas cuantas horas.

‒ ¿Cuándo serian ahora? ‒espero expectante a la respuesta del hombre de mediana edad, el cual me mira expectante, no debió pensar que tendría las municiones para recargarlas.

‒ Siento este el caso serían ****$‒al oír la cifra me contento al considerarlo suficiente por ahora.

‒ ¡Lo tomo! ‒digo con el entusiasmo que el cansancio me permite junto con una sonrisa‒ gracias.

‒ Es un placer, para servir estoy.

Hacemos el intercambio, el me da el dinero en efectivo y tomas las armas a guardarlas en la bodega, me dispongo a salir cuando la voz del señor me detiene.

‒ No eres de por aquí ¿o si pequeña? ‒me tenso por un segundo, era inevitable que no note mis heridas y harapientas ropas, pero aun así tengo que permanecer firme y para nada alterada.

‒ No señor, soy turista.

Sin más apresuro el paso saliendo de allí, ahora buscando una tienda de ropa para disimular mi presencia en el lugar, me meto en la un tienda que veo y busco la sección de descuentos, encuentro entre tanta ropa y abrigo de corte largo que me llega a mucho más debajo de las rodillas sin llegar a los tobillos, es perfecto me cubre todo y no me costara más de una sola prenda.

Voy a la cajera a pagar, me dejo el abrigo antes de llegar a donde que encuentra la muchacha, no quiero que más personas vean mis heridas y sospechen algo.

Llego al mostrador y le pago a la chica lo correspondiente, pero a pesar de no decir nada se le nota la confusión de por qué me lo he llevado puesto, debe de haber pensado que era una ladrona, aunque es mejor que piensen que soy un mendiga ratera a una fugitiva de una mafia poderosa de la cual me acabo de escapar y que deben estar buscándome para matarme (no lo he dicho en voz alta y ya suena bastante mal) mis pensamientos me sacan una sonrisa sin importar mi situación (es bueno morir riendo).

La Respuesta De La Venganza (Editando)Where stories live. Discover now