XVIII

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Lo único que recuerdo es un guardarraíl,
aquel guardarraíl gríseo de mis sueños,
los sueños en donde permanecía a un lado,
en un lado de la asconi de mis desilusiones.

La carretera intransitada de mi alegría,
la alegría que yace fallecida,
fallecida en el asfalto frío de mi piel,
la piel con sus hálitos desganados sin vida,
la vida que abés sabía si era verdadera...

A veces sueño con ser una águila,
una águila que vuela por el cielo,
el cielo opaco y cegado por los celos,
los celos que vagan en la mía cabeza,
la cabeza que he perdido por falta de amor,
amor del que carezco, no me refiero al otro,
sino al amor propio, ese que llaman filautía.

La filautía que se murió desde hace años,
los años en que mi cielo se volvió obscuro,
la obscuridad cubrió mis plegarias,
las plegarias al falso salvador de mi fe,
fe extraña e impura, que cubierta en ceniza,
en ceniza negra que el viento se llevó.

Ahí fue cuando me di cuenta dónde estaba,
ahí era la gehena, el reino de los castigos,
un lugar adecuado para un gazmoño como yo.

Poemario II, Saudade anheladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora