LXII

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Y de pronto el silencio
ensordecedor de aquel sitio,
guiaba mi ser à la paranoia de huir,
corría de seco en seco.

Escapaba de mi ángel de la muerte,
traje fino, de cuero y machete,
perseguía mi cuerpo hiriente,
pensaba descuartizado mi vientre,
preocupado estaba y dejé de correr bervete.

Se acercó à mí el espíritu siniestro,
susurrándome en el oído diestro,
«Despierta, él pronto llegará»,
en ese instante grité tan fuerte,
despertándome en un hospital.

Poemario II, Saudade anheladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora