XXIX

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Hoy estuvo alaridando el mío silencio,
desesperado por matarme en atrenzos,
siempre el tiempo me tuvo desprecio
y aquí la mía vida está pagando el precio.

Ansioso estoy por destruir el mío futuro,
que las promesas que hice las abjuro,
ya no sé si quiero seguir aturo,
vilipendiar el mío entusiasmo por conjuros.

Las manos que pintaban entre esquicios,
ahora se flectan quando me sentencio.
¿Depresión?, ¿ansiedad?, ¿autoodio?
Sólo tengo ideas en las que me menosprecio.

Los ojos cegados por el desinterés,
son máculas gríseas hechas con pincel,
ahora sólo avistan humillaciones
y mucho arrepentimiento à piel.

Y por más que suplico en este averno,
si lloro, me culpo; si grito, me condeno.
La culpa siempre será mía
por querer seguir fingiendo ser feliz,
la culpa siempre es de Dios
por haberme traído à este mundo infeliz.

Fui el réprobo de los míos escozores,
el funambulista que hacía adagios ciegos
en el trapecio hecho cadahalso por reidores,
esperando quando entre las púas y los priegos
haga mal una acrobacia y fenezca des los altores.

Poemario II, Saudade anheladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora