LXXVII

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Dulce encanto de la mía voz acorralada,
atrapada en lo profundo del bosque Aokigahara,
el mismo donde fui guiado por la mía maldición,
la maldición dese tantō clavado en el mío cor,
el cor manchado y sediento de deseos,
en sus postrimeros hálitos de vida...
ha de suplicar que perdón no merezco.

He adamado aquello que nace en el mío cor,
donde las noches caen en el mío son
y el quebrantar de llantos obscurecen el sol,
¿por qué la mía voz se ahoga entre los míos lamentos?

Poemario II, Saudade anheladaWhere stories live. Discover now