LXIV

10 0 0
                                    

He de confesar
que llorando estaba,
desconsoladamente lloraba.

Creía que mi vida se acababa
quando de la mía garganta
un elixir emanaba
que por dentro quemaba.

La mía vida se apagaba,
sentí que ya no soportaba,
quando la mía ánima ploraba
que una daga me atravesara.

Me sentía de lo peor,
sufrimiento y mucho dolor,
cada estaca en el mío cor
me herían de forma precoz.

La mía existencia dejó de brillar,
a pesar de que nunca lo había hecho,
sólo sentía el blao del eco
quando me siento un desecho.

Poemario II, Saudade anheladaWhere stories live. Discover now