LXIX

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Oh, qué dulce aroma del mío bien,
aquel ser encerrado dentro de mí
ha cometido el peor de mis pesares,
me ha enjaulado en su pas de vie,
intentando que yo no logre escaparme.

Una tragedia se acerca a la fenestra,
rompiéndola cual vendaval,
siento que alguien ha clavado
una daga en la mía esquiena,
siento clamar en cada lágrima
derramada de la mía espina dorsal.

La desesperación de la mía ceguera
encaminada a un agobiante final
y los sueños que siempre me han de matar.

Conozco mucha buena gente,
dicen que sus sueños se cumplen,
algunos que fueron elegidos por Morfeo.

Y otro sólo maldice a su reflejo tras el cristal,
derrotado porque no pudo logar su buen final,
por si no ha quedado claro, ése alguien soy yo.

Poemario II, Saudade anheladaWhere stories live. Discover now