XX

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Maderos podridos en dintel,
ese material de que está hecho mi cor,
tan destruido y deshumanizado
que sus latidos suenan decadentes.

Y la arteria carótida comenzó a fallar,
en sus últimos minutos de vida
un manto de tela comenzó a ocultar.

Dolor tan grave como cruel,
más hiriente que una jerezana en la yugular.
En mis sueños opacos
vuelan en bandada cuervos y cornejas
dirigiéndose al cielo
donde se supone que vive un dios.

Y al despertarme de la mentira
un puño me golpeó en la cara
tirándome de golpe los dientes al llorar.

Poemario II: saudade anheladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora