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Silencio absoluto, sólo la agitación de algunas hojas por el viento. Llevaba allí sentada en un tronco caído por lo menos lo que hubiera tardado en llegar al pueblo desde mi casa, un buen rato. No aparecía nada, y no pensaba volver sin una presa. Metí la mano en el bolsillo de mi ropa de caza de color marrón oscuro y me llevé a la boca las moras que había recogido de camino. El suelo estaba lleno de musgo, esa zona del bosque era nuy húmeda. Hacía un tiempo que no me tardaba tanto en encontrar una presa, seguramente se habrían cambiado al otro lado del lago. Aparté un mechón de mi largo cabello de la cara visualizando a lo lejos la cena—la suerte estaba echada—Volvía con un ciervo arrastras, uno que me estaba costando llevar sola. Supuse que mi padre estaría en el huerto y mi hermano en el pueblo. Dejé el ciervo en la puerta y caminé hacia la derecha de nuestra cabaña, no tardé en ver a mi padre mirando perdido dirección al pueblo me puse a su lado, no entendía a dónde miraba exactamente, sólo había árboles y un pequeño camino de tablas de madera que habíamos fabricado para bajar esas empinadas zonas.

—Tu hermano.

—¿Se demora de nuevo?

Asintió poniendo un rostro de preocupación. No me quedó de otra que avisar del ciervo de la entrada y poner rumbo al pueblo. Mi hermano solía ser puntual, si decía que estaría en cinco minutos realmente estaba allí. Bajé a paso rápido la montaña, a mitad de camino las tablas dejaron de estar presente, ahora tocaba usar el instinto y la memoria para hacerme paso entre aquellos troncos. El pueblo estaba literalmente al principio del bosque, en la explanada antes del río que pasaba cerca y que de alguna forma no coincidía con el lago de nuestra zona. Paré en los últimos árboles antes de salir del bosque, miré mis botas algo gastadas y respiré hondo. Detestaba aquel pueblo, no solo no defendieron a mi madre cuando ocurrió lo del soldado, de nosotros sólo querían saber si había trueque o no. No recordaban mi nombre, y poco les importaba nuestra existencia excepto por la comida que proporcionábamos. Bajaba lo menos posible por esa razón.  Según me acercaba observaba aquellas cabañas de verdes tejados, allí había mucha humedad y el musgo se había instalado en casi todos los exteriores de las casas.

—¡Cazadora!

Miré a mi izquierda viendo al vendedor de telas. Estaba sentado en una roca con su pequeña hija, recordaba que se llamaba Lilian. Sonreí a la pequeña que me saludaba y seguí andando buscando a mi hermano. No tardé en visualizarlo en la puerta de la cabaña de Keel, el vendedor de calzados. Estaban señalando los dos pares de botas que exponía.

—Te estabas tardando—dije poniéndome a su lado.

—Te estaba eligiendo las botas, estas tienen una suela que agarra muy bien; te vendrían bien para cazar.

Asentí viéndolas, parecían cómodas.

—Esas mismas, volvamos.

Mi hermano dejó la bolsa con conejos frente a Keel y agarró las botas. Tres conejos por par, era realmente barato. Salimos de allí a paso rápido, escuchaba a las vecinas hablar de nosotros y eso me estaba poniendo de mal humor.

—No había de tu talla negras.

Le resté importancia, no necesitaba que fueran de ese color, el cuero marrón era más que suficiente para mis quisquillosas manías. Casi llegando a casa recordó que había averiguado sobre cómo el rumor de que los Jeon no eran completamente de la realeza había llegado a un pueblo perdido en la montaña.

—Soltaron a un prisionero que cumplió su condena, un antiguo jefe de la corte. Este habló del cambio de Rey hace unos días, se hospedaba en la-

—La casa de Holy.

Esa mujer hospedaba a cualquier hombre atractivo.

—Habrá desatado un caos en palacio y en el Reino, ojalá ver la cara de los reyes.

El Secreto mal Guardado De La Corona- JK  Where stories live. Discover now