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Bueno, al menos me había quedado agusto tras soltar aquello, aunque los soldados que se encontraban en la iluminada sala levantaron sus armas hacia mi persona. No me moví ni una pulgada, parecían cabreados como cuando mi hermano se percataba de que le había estado robando la ropa por días. Hablando de él, escuché cómo se acercaba lentamente hacia mí, pero fue frenado de inmediato; bueno, si moría lo haría tras haber soltado una bomba. Sentía la adrenalina por mi cuerpo, acababa de hacer lo que tanto había soñado: dar la cara frente al mismísimo Rey. Llevaba tanto tiempo odiando y maldiciendo a la corona, que ahora que podía desafiarla me sentía más liberada que cuando corría por el bosque, nadaba en el lago o el aire movía mi cabellera cuando me sentaba en la roca.

El chico castaño, que anteriormente había entrado, caminó hasta estar a mi lado, mejor dicho, un par de pasos frente a mí y me dio la espalda, una espalda bastante ancha.

Sabía que había más de un príncipe, pero odiando tanto a la corona que ignoré el hecho de que aprenderme los nombres o cuántos eran podía serme útil. Ni siquiera sabía la edad de los supuestos herederos de la corona. Mi mente estaba llena del falso Kerel, y no de su familia.

El castaño me examinó fijamente antes de dibujar una sonrisa en su rostro, una bonita sonrisa para ser exactos. Su atractivo era más que aparente, incluso con mi corto conocimiento sobre hombres podía afirmarlo. Además de mi padre y mi hermano, los únicos hombres que respetaba en mi vida, los aldeanos del pueblo de abajo eran también una pequeña referencia que tenía sobre hombres.

Me perdí en sus ojos grandes y oscuros, tal vez porque su mirada era penetrante y algo escalofriante. O a lo mejor era porque quería evitar mirar esa prominente nariz que de alguna forma encajaba bien en su rostro, y mucho menos quería fijarme demasiado tiempo en sus finos labios. A quién iba a mentir, de un vistazo había memorizado hasta la marcada mandíbula y su oscura cabellera que tapaba ligeramente su frente.

—Esto es humorístico, ¿No creen?—se burló antes de poner camino hacia la tarima de nuevo.

Acababa de ganarse mi odio en ese momento, ¿Cómo que humorístico? ¿Se lo tomó a broma? Yo no estaba tomándoles el pelo, pero ellos a mí sí. Toda esa aura de perfección que mi mente había imaginado se disipó en cuando se burló de mi persona. Yo era muy orgullosa, y eso fue una falta de respeto que no olvidaría en un largo tiempo.

Vi cómo se sentó en el trono al lado de la Reina, y sentí mi enojo subir provocando que me ardieran las entrañas. En ningún segundo quité el ojo de él, y al parecer se dió cuenta pues continuó sonriendo en mi dirección. Había un par de tronos más vacíos, ¿Eran tres?

—No me gusta su mirada—comentó en alto—Llevadlos a la torre de Celcar.

¿A dónde? Miré a mi hermano, ninguno pareció entender por qué los soldados se acercaban a nosotros tan abruptamente. Me agarraron de los brazos sacándonos casi a arrastras; antes de que cerraran la puerta vi la sonrisa diabólica de ese castaño. Definitivamente acababa de ganarse mi odio.

Caminamos por largos pasillos hasta acabar frente a unas escaleras de caracol que bajaban. Nos llevaron durante largos minutos escaleras abajo hasta llegar a una zona oscura y húmeda, olía bastante mal. Según caminábamos por ese oscuro pasillo se iban distinguiendo lo que había al final: celdas. Olía a rata mezclado con la carne podrida y el olor característico de la coliflor cuando se nos pasaba; mi hermano estaba teniendo arcadas tras de mí.

—¿Aquí mismo?

Los soldados se miraron entre sí antes de tirarnos dentro de una de las celdas; nos separaron. Era un cuadrado del tamaño de mi cocina. Estirándome en el suelo por completo con las manos tocando la pared, llegaba con los pies al otro lado. Sólo había unas mantas y lo que parecía un agujero...¿Era para mear? Dime que no...

El Secreto mal Guardado De La Corona- JK  Where stories live. Discover now