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Estaba nerviosa. Lein estaba a mi lado dándome la mano y balanceándolas a su gusto. Yo en cambio me mordía el labio presa del pánico. Jungkook estaba al caer. Habíamos conseguido un médico de la capital, bueno, más bien Lein lo había conseguido traer sin ser visto y me había estado revisando para concluir que sí, estaba embarazada. Acaricié mi estómago cuando sentí náuseas de nuevo. Lein se percató de ello, acarició mi espalda tratando de calmarme. Era un gran apoyo, mi mejor amigo según se había bautizado él.

Escuché unas trompetas, un carro y varias voces de fuera, no había duda, era él. Apreté la mano de mi acompañante y temblé de los nervios. La puerta se abrió dejando ver a un grupo de ministros, soldados y alguna sirvienta que venía con vasos de agua. Jungkook me vio, paró en seco frenando a todos los que lo seguían. Todos pasaron de largo a pesar de que los saludé con la mano algo nerviosa, pero Jungkook siempre estaba al pendiente de mí.

Mi estómago se revolvió al verlo.

Sonrió y comenzó a caminar en mi dirección. Abrió los brazos a un metro de mí. Solté a Lein y salté sobre él hundiendo mi rostro en su cuello llenándome de su aroma dulce, ese que extrañé tanto.

—¿Estás bien?

Seguramente se había percatado de mi mal estar, se notaba en mi cara que algo iba regular, por así decirlo. Me faltaba color y tenía ojeras, todo por las nauseas y los antojos constantes.

—Tenemos que hablar—susurré.

Su cuerpo se tensó tras mi palabras, la verdad había sonado a que algo había pasado; que de alguna manera había sucedido.

—Está bien, después voy. Tengo que terminar una cosa...

Me separé de su cuello viendo su rostro, un toque de nerviosismo y confusión pintaba su rostro.

—Hice el trabajo que dejaste aquí, las cartas y las hojas. Algunas cartas son personales y las dejé en el segundo cajón.

Sonrió negando antes de besar mis labios castamente. Toda la preocupación desapareció de mi cuerpo, eso es lo que él conseguía.

—Sin duda tengo una buena Reina, espérame en la habitación, ¿De acuerdo?

Me dejó en el suelo y volvió con los ministros los cuales me miraban fascinados, no sabría decir por qué. Suspiré aliviada, ahora venía la parte difícil.

Subí con Lein las escaleras.

—Necesito ir al bosque—murmuré al ver el cielo extremadamente oscuro y que hacía muchísimo frío.

Lein me puso un gorro de lana en la cabeza tapándome la cara.

—Aprende a abrigarte, hace mucho frío hoy. Ya no solo te tienes que cuidar a ti.

Bufé asintiendo lentamente. Miré hacia la ventana desde la cama. Estaba comenzando a llover, por lo que tenía entendido invierno sería en un par de días y siempre comenzaba con una hermosa nevada la cual quería ver desde mi cabaña y no desde el castillo. Mientras recordaba las mañanas en las que me levantaba y veía la nieve cubriendo todo el bosque tocaron la puerta. Entró Haise, persona que no me esperaba allí. Lein se levantó del borde de la cama alarmado.

—Solo vine a hablar —dijo cerrando la puerta.

Me miró con una mirada que nunca había recibido de su parte. Me llevé las manos al estómago al notarme tensa.

—¿De verdad estaba envenenada? La comida, quiero decir.

—Segura, totalmente—dije con la cara seria, no sabía como mirar a mi hermano.

—No entiendo nada—susurró.

—¿El qué no entiendes? Que estás en el bando que no es, que papá murió, que vaya a ser Reina...¿Qué cervatillos no entiendes?

El Secreto mal Guardado De La Corona- JK  Where stories live. Discover now