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-Ahora ten en cuenta la distancia -susurré observando la presa.

El bosque estaba silencioso, bueno, todo lo que un bosque podía estar. Se escuchaba la brisa mover las hojas de los árboles y algún que otro pájaro piar cerca. Pero ese no era el ruido que habíamos escuchado para estar en esa situación

-¿Cuánto es eso?-preguntó Jungkook tensando el arco.

Estábamos agachados tras un árbol que a su lado tenía un tronco en horizontal de gran tamaño. Observaba el perfil con una expresión de concentración de Jungkook, era similar a la que ponía cuando lo encontraba en los largos pasillos del castillo mirando hojas.

-Un poco a ojo-admití subiendo un poco la flecha.

Calcular la distancia y el viento era algo con lo que había crecido, no sabría explicárselo correctamente. Se aprendía a base de práctica y fallo. El ciervo el cual acechábamos estaba a unos quince metros o incluso veinte. Se encontraba comiendo alguna hierba de la zona.

Escuché la respiración tranquila de Jungkook. Sonreí como una enamorada perdida al ver la imagen de Jungkook: despeinado, concentrado, con el arco tensado, los labios entreabiertos, la ropa ancha de mi hermano y ese olor a fruta dulce semejante al melocotón que desprendía. Jungkook dejó ir la flecha, acertó. Miré orgullosa a mi compañero de caza, este sonreía aún procesando que había acertado el tiro. Su sonrisa se ensanchó cuando el ciervo cayó al suelo y no se movió en ningún instante.

-Tu primera presa-dije besando su mejilla.

Se sonrojó levemente, pero no pareció importarle en absoluto. Ojalá yo, cada vez que me sonrojaba me avergonzaba y desviaba la mirada.

-La segunda-me enseñó dos dedos sonriendo con superioridad.

Su arrogancia, esa que al principio llegue a detestar tanto como el apellido Jeon referido a la realeza, el cual también era el mío. Analicé sus palabras: "la segunda". Me señalé y abrí la boca asombrada al entenderlo. Asintió con una sonrisa traviesa.

-Jungkook, yo no soy una presa-me tiré sobre él abrazándole por el cuello- soy la cazadora.

Caímos rodando un par de metros por el suelo acabando yo sobre él. Sonreí con su superioridad.

-Está bien, tú ganas; mi cazadora.

Como Jungkook me había pedido le ayudé a cazar nuestra comida. Al principio fue un martirio porque el chico mo había agarrado un arco en su vida sofisticada. No tardó en acoger la postura, pero igualmente en apuntar tardó aproximadamente tres horas.

La llevamos hablando de lo divertido que podría llegar a ser el salir a cazar. A Jungkook le había maravillado esa presión y silencio al estar tensando el arco y admitió que le gustó como sonó la flecha al ser disparada; tanto como me gustaba a mí esa sensación de libertad al correr por el bosque sin rumbo. En algún momento de la larga mañana me sentí como si estar en el bosque con Jungkook era verdaderamente mi día a día, como si fuera común el salir a cazar con él o estar en casa leyendo un libro aleatorio de una estantería. Estar a su lado se había convertido en parte de mi día a día diera igual el lugar. Olvidé el castillo, olvidé mi familia, incluso el hecho de que sería Reina próximamente; solo él y yo tranquilamente en una cabaña en pleno bosque.

-¿Nunca?

-No, nunca.

Rodé los ojos al escuchar como murmuró que cómo podía ser tan poco social.

-Pero si el pueblo está allá abajo, ¿Solo íbais a por cosas primordiales? ¿No socializabais?

Negué haciendo una mueca al terminar de despellejar nuestra comida. Desde la muerte de nuestra madre nos refugiamos allí, incluso recordaba cual era esa cabaña en la que me crié mis primeros años; a veces pasaba con Haise por delante al ir a comprar. Seguía vacía y con el apellido de nuestra difunta madre en la puerta tallada.

-Bajemos después.

Me sorprendió, tanto su entusiasmo como lo que me acababa de pedir.

-¿Qué necesidad tienes?

Me sentía atacada, el bajar allí era recordar de nuevo la muerte de mi madre por un soldado; por la mentira de la familia real, esa a la que iba a pertenecer. En el interior sentía que traicionaba a mi difunta madre.

-Cirene, quiero ver a las personas que voy a gobernar.

Era muy fácil decir eso, ¿Por qué a ese pueblo? ¿No quería ir a la ciudad un kilómetro más abajo?

-¿Y crees que no te reconocerán? Seguro que algunos recuerdan haberme visto ir a por especias y de pronto me vieron allí como tu prometida-desvié la mirada, no quería que viera que estaba aterrada-¿No quieres ir a la capital más abajo?

-Al menos de lejos, por favor, Cirene. Quiero ver el pueblo cerca de palacio.

Suspiré, no me gustaba la idea. Se suponía que estábamos allí en contra de nuestro deber y el idiota quería mostrarse ante la gente; ¿Quería que vinieran a por nosotros?

Comimos, bastante amena la conversación. Después estuvimos hablando de lo primero que se nos ocurriera en mi habitación, sus piernas eran realmente cómodas. Sus dedos jugaban con mis ondulaciones, me estaba entrando sueño.

-No sé qué haré cuando volvamos.

-Te ayudaré en lo que pueda, seguramente en poco-contesté con los ojos cerrados.

Sentí sus labios chocar con mi frente y no pude evitar sonreír.

-¿Mañana volvemos?

-Te dije un finde, el lunes volvemos.

Escuché su risa, una muy contagiosa.

-No quieres irte-apartó la mano de mi cabellera-Quieres quedarte conmigo.

-Para siempre-susurré acomodándome para poder abrazar su torso aún tumbada en sus piernas.

Me quedé dormida, no sé por cuánto tiempo. El aroma natural de Jungkook permitió que durmiera agusto, protegida.

Escuché como su suave voz trataba de despertarme. Abrí los ojos lentamente.

-Llévame al pueblo, por favor.

Sus ojitos brillaban de ilusión. Seguíamos en la misma posición, no sabía cuanto estuve allí tirada pero al parecer él no se movió de ahí para no despertarme.

-Te odio Jungkook.

-Lo sé, por eso me encantas.

El Secreto mal Guardado De La Corona- JK  Where stories live. Discover now