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No había mucho que llevarnos de mi casa. No teníamos muchas pertenencias, aunque yo sí me llevé bastantes flechas. Los soldados decidieron llevar las nuestras cosas y fiarse de mí en la vuelta. Salimos en silencio, después del beso ninguno había dirigido su palabra al otro. Estábamos incómodos andando al lago de vuelta al castillo, ¡Por qué narices nos habíamos besado? Miré de reojo encontrando el perfil del principe viendo los alrededores.

—Es por aquí —dije en bajo antes de girar hacia la derecha.

Rocé con mis dedos mis labios. Fue mi primer beso y curiosamente con alguien que anteriormente odiaba por su apellido y su actitud.

Cuando entramos al castillo, tanto mi hermano como el de Jungkook estaban esperándonos en unos sofás en la entrada. Parecían hablar con facilidad como si se conocieran de toda la vida, algo que ahora mismo yo no podía hacer con el chico de mi izquierda. Mi mirada iba inconscientemente a sus labios, mi mente reproducía sus besos y mi rostro se sonrojaba al instante. Nunca había experimentado semejante sensación y la consideraba peligrosa. La sala era amplia, tal vez demasiado. Habíamos entrado por otra puerta, no por la principal, por eso estaba algo desubicada.

—Llevadlo arriba.

Los soldados siguieron su camino ausentándose de la habitación. ¿Dónde llevarían nuestras cosas? Aquel lugar era enorme. Jungkook se acercó a los dos acomodados de una forma tangente y autoritaria interrumpió su conversación para avisar de su llegada. San se levantó sugiriendo a mi hermano hacer lo mismo. El mayor comenzó a caminar por donde los guardias se habían ido, no nos quedó de otra que seguirlo por los largos pasillos, sin duda no me aprendería el castillo nunca. Estaba lleno de pasillos interminables con puertas a la derecha parecidas entre sí ,además eran como tres pisos y las torres...ni siquiera sabía cual era en la que estuve encerrada. Me llamó la atención un cuadro en el que aparecían varios niños bien vestidos sentados en un elegante sofá. Reconocí a Jungkook, aunque no estaba segura del todo de que ese niño sonriente era él. Mi hermano tiró de mí al ver que me quedaba atrás.

Nos paramos frente a una enorme puerta, había un par de soldados fuera que nos miraban fijamente; como en todas las puertas. Jungkook empujó esta y entramos a lo que era un comedor extremadamente grande adornado con muchísimos cuadros y jarrones. Allí ya estaban los Reyes, mi padre y el menor de los príncipes sentados. Incliné mi espalda en una reverencia mientras seguía a Jungkook por el lado derecho de aquella ordenada mesa. Íbamos directos hacia el lado de la Reina. San se sentó con su padre y nos miró con esa mirada seria que tenía también el rey en su rostro. Eran dos gotas de agua sin lugar a dudas. El aura que desprendía San cambió de inmediato, ya no era esa amigable; me daba mala impresión y me transmitía peligro, igual que la de su padre. Desconfiada por la situación me senté al lado de Jungkook mirando al Rey algo incómoda, me estaba acribillando con la mirada. Supuse que era la hora de comer, aunque no sabía qué había de cena.

—¿Te quité el hambre?

Me sonrojé; ¿Cómo me susurró eso en plena mesa? ¡Encima con ese tono burlón! No dije nada, solo desvíe la vista a otro lado mientras él reía en bajo. De nuevo un vuelco en el estómago, el hambre me estaba matando, pero no más que el beso que me estaba torturando la mente. Cada segundo, cada sensación nueva...

—¿Dónde fuisteis?—preguntó mi padre algo preocupado.

Nada, fuimos a besarnos a la cabaña...

Si llegaba a decir eso, ¿Sembraría el caos? Me gustaba sembrarlo, esa era la causa de que estuviéramos allí en esos momentos.

—A por nuestras cosas a casa—dije sonrojándome al recordar con detalle lo ocurrido en el salón.

Como dije: mi cabeza lo tenía en bucle.

El Secreto mal Guardado De La Corona- JK  Where stories live. Discover now